viernes, 24 de marzo de 2017
jueves, 23 de marzo de 2017
jueves, 19 de junio de 2014
sábado, 15 de marzo de 2014
Transición y alternancia en Chiapas
Columna HOJA DE APUNTES
Enrique Alfaro
A la fecha, en nuestro país se sigue discutiendo la validez de nuestra transición a la democracia y la alternancia política.
En Chiapas, estos extraños conceptos, son difíciles de aplicar a nuestra realidad local, pese a que en el año 2000 se anunció que arribábamos plenamente a ambas condiciones.
Luego de que los chiapanecos conociéramos, por primera vez, de la derrota de los candidatos priístas Francisco Labastida y Sami David, a las magistraturas federal y estatal, respectivamente, pareció concretarse los sueños de la transición democrática al mismo tiempo que el de la alternancia política.
Al paso del tiempo ¿Qué sucedió en realidad?, ¿se concretaron ambos conceptos?, ¿se arraigaron en la terca realidad chiapaneca?…
Correspondió a Pablo Salazar, ex senador priísta, acabar con los permanentes triunfos del tricolor en la gubernatura del estado. Pablo concretó con su triunfo la transición democrática en el estado e inauguró la alternancia política, pero al final de su sexenio renunció a ambas situaciones.
Salazar conformó un gobierno plural, sin permitir que los partidos que sostuvieron su postulación decidieran. El Pablismo fue fundamentalmente conformado por sus amigos priístas y sus incondicionales de los otros partidos.
La clase política se alternó parcialmente, pues se dio cabida en el gobierno a cuadros de la izquierda y la derecha chiapaneca que, por primera vez, paladearon las mieles del poder.
Ha sido el caso, sostengo, de los más parecido a la alternancia, pues aunque el gobierno fue plural, descansaba en cuadros formados en el tricolor, empezando por el propio Pablo.
Durante el pabliato, Salazar impuso control a sus partidos aliados y decidió la totalidad de candidaturas. Tampoco el PRI se salvó de la influencia salazarista pues sus liderazgos fueron condescendientes (Arely Madrid, por ejemplo) con el poder del gobernador en turno y aceptaban el avance de su oposición, en muchos casos encabezados por ex priístas.
Acostumbrados a obedecer al poder, los priístas apostaron a que el propio Salazar Mendiguchía los regresara a sus fueros, cuestión que se cumplió cabalmente.
Al finalizar su sexenio, por un cálculo fallido, Pablo le apostó a una nueva alternancia en el gobierno federal, con la derrota del PAN, y a la continuidad de su proyecto en el estado, con el PRD, con la salvedad de su candidato, como él, no era perredista sino priísta.
La “democracia” durante el pabliato fue bastante conducida y los candidatos opositores al PRI contaban con todo el apoyo de la estructura del gobierno estatal. No transitábamos a mejores estadios de democracia, padecíamos ya el poder feudal del gobernante en turno.
Tras una elección bastante discutida, el “ex priísta”, Juan Sabines Guerrero, asumió el poder, tras un proceso de continuidad dirigida. En Chiapas, la democracia no se había fortalecido, el poder transitaba de un cuadro formado en el PRI a otro en las mismas circunstancias.
Durante el sabinato, el establo tricolor se fortaleció en el gobierno mismo, ocuparon las candidaturas perredistas y panistas y dominaron amplios espacios de poder camuflageados de anti priístas.
La oposición fue poblada hasta que, al finalizar el sexenio, la apuesta gubernamental obligó a desfondar al PRD y al PAN. El beneficiario de esta nueva apuesta, todos lo sabemos, fue el Partido Verde Ecologista de México.
Muchos cuadros priísta, en la oposición, volvieron a emigrar pero en esta ocasión al partido verde. Y con ellos se fueron, también, cuadros de la izquierda y la derecha.
Pero esta ocasión no se dio una continuidad dirigida sino una alternancia asistida, pues no llegaba al poder un ex priísta…
En el actual gobierno, ocupan espacios de poder la vieja clase política y jóvenes cuadros del verde, algunos de ellos con origen perredista. Los panistas y perredistas que ocupan carteras menores, no representan posiciones institucionales de sus partidos. Su permanencia obedece a la amistad que guardan con el actual gobernador.
De cara al próximo, proceso es de esperarse la verdadera contienda se de entre el viejo establo político del PRI y los que ahora están en el Verde.
En el PRD no se atreven siquiera a elegir a su dirigencia sin voltear a ver al poder. El PAN, de cara a la elección de su nuevo liderazgo, cuenta con mayor independencia.
A mi entender, ésta es la situación de la “democracia” en Chiapas, con su “continuidad dirigida” y su “alternancia asistida”. Todo nos sigue llegando tarde.
Enrique Alfaro
A la fecha, en nuestro país se sigue discutiendo la validez de nuestra transición a la democracia y la alternancia política.
En Chiapas, estos extraños conceptos, son difíciles de aplicar a nuestra realidad local, pese a que en el año 2000 se anunció que arribábamos plenamente a ambas condiciones.
Luego de que los chiapanecos conociéramos, por primera vez, de la derrota de los candidatos priístas Francisco Labastida y Sami David, a las magistraturas federal y estatal, respectivamente, pareció concretarse los sueños de la transición democrática al mismo tiempo que el de la alternancia política.
Al paso del tiempo ¿Qué sucedió en realidad?, ¿se concretaron ambos conceptos?, ¿se arraigaron en la terca realidad chiapaneca?…
Correspondió a Pablo Salazar, ex senador priísta, acabar con los permanentes triunfos del tricolor en la gubernatura del estado. Pablo concretó con su triunfo la transición democrática en el estado e inauguró la alternancia política, pero al final de su sexenio renunció a ambas situaciones.
Salazar conformó un gobierno plural, sin permitir que los partidos que sostuvieron su postulación decidieran. El Pablismo fue fundamentalmente conformado por sus amigos priístas y sus incondicionales de los otros partidos.
La clase política se alternó parcialmente, pues se dio cabida en el gobierno a cuadros de la izquierda y la derecha chiapaneca que, por primera vez, paladearon las mieles del poder.
Ha sido el caso, sostengo, de los más parecido a la alternancia, pues aunque el gobierno fue plural, descansaba en cuadros formados en el tricolor, empezando por el propio Pablo.
Durante el pabliato, Salazar impuso control a sus partidos aliados y decidió la totalidad de candidaturas. Tampoco el PRI se salvó de la influencia salazarista pues sus liderazgos fueron condescendientes (Arely Madrid, por ejemplo) con el poder del gobernador en turno y aceptaban el avance de su oposición, en muchos casos encabezados por ex priístas.
Acostumbrados a obedecer al poder, los priístas apostaron a que el propio Salazar Mendiguchía los regresara a sus fueros, cuestión que se cumplió cabalmente.
Al finalizar su sexenio, por un cálculo fallido, Pablo le apostó a una nueva alternancia en el gobierno federal, con la derrota del PAN, y a la continuidad de su proyecto en el estado, con el PRD, con la salvedad de su candidato, como él, no era perredista sino priísta.
La “democracia” durante el pabliato fue bastante conducida y los candidatos opositores al PRI contaban con todo el apoyo de la estructura del gobierno estatal. No transitábamos a mejores estadios de democracia, padecíamos ya el poder feudal del gobernante en turno.
Tras una elección bastante discutida, el “ex priísta”, Juan Sabines Guerrero, asumió el poder, tras un proceso de continuidad dirigida. En Chiapas, la democracia no se había fortalecido, el poder transitaba de un cuadro formado en el PRI a otro en las mismas circunstancias.
Durante el sabinato, el establo tricolor se fortaleció en el gobierno mismo, ocuparon las candidaturas perredistas y panistas y dominaron amplios espacios de poder camuflageados de anti priístas.
La oposición fue poblada hasta que, al finalizar el sexenio, la apuesta gubernamental obligó a desfondar al PRD y al PAN. El beneficiario de esta nueva apuesta, todos lo sabemos, fue el Partido Verde Ecologista de México.
Muchos cuadros priísta, en la oposición, volvieron a emigrar pero en esta ocasión al partido verde. Y con ellos se fueron, también, cuadros de la izquierda y la derecha.
Pero esta ocasión no se dio una continuidad dirigida sino una alternancia asistida, pues no llegaba al poder un ex priísta…
En el actual gobierno, ocupan espacios de poder la vieja clase política y jóvenes cuadros del verde, algunos de ellos con origen perredista. Los panistas y perredistas que ocupan carteras menores, no representan posiciones institucionales de sus partidos. Su permanencia obedece a la amistad que guardan con el actual gobernador.
De cara al próximo, proceso es de esperarse la verdadera contienda se de entre el viejo establo político del PRI y los que ahora están en el Verde.
En el PRD no se atreven siquiera a elegir a su dirigencia sin voltear a ver al poder. El PAN, de cara a la elección de su nuevo liderazgo, cuenta con mayor independencia.
A mi entender, ésta es la situación de la “democracia” en Chiapas, con su “continuidad dirigida” y su “alternancia asistida”. Todo nos sigue llegando tarde.
jueves, 13 de marzo de 2014
Columna HOJA DE APUNTES
La alianza en el poder de cara al futuro
Enrique Alfaro
Recapitulo. En el gobierno formal y en los espacio de poder, Chiapas es gobernada por una alianza PRI-verde que lo ocupa casi todo, ante la ausencia de una verdadera presencia de los partidos De la Revolución Democrática y Acción Nacional.
Curiosamente, tanto el PRD como el PAN, terminaron siendo víctimas del poder que encumbraron pues arrebataron y postularon candidatos que nunca fueron suyos y que terminaron regresando el poder al establo al que se debían.
La alternancia en Chiapas, fue de siglas, los gobernantes nunca dejaron de tener grabado en su pecho el emblema tricolor.
El PRD entregó su crecimiento de décadas al liderazgo de un ex senador priísta y sujetó a sus cuadros y su fuerza al gobierno del mismo. Al final de su sexenio, Pablo Salazar impuso candidato priísta al perredismo. Durante el gobierno de Juan Sabines Guerrero, éste dispuso sin rubor del liderazgo perredista y finalmente desfondó al sol azteca, dónde no estaba el candidato de su preferencia.
En el caso del PAN, con Salazar se subieron a una alianza con sus antagónicos para derrocar al PRI en Chiapas, montados en la ola triunfal del foxismo. Pronto pagaron su pecado y al final del sexenio se encontraban aliados con el PRI intentando vencer a un candidato que provenía del tricolor. La necesidad política de legitimar el triunfo de Calderón los obligó a asociarse con Sabines y también terminaron desfondados.
A diferencia del PRD, que se entregó completamente al Salazarismo y luego al Sabinismo, el PAN mantuvo diferencias con el primero y una alianza institucional con el segundo. Juan se sirvió groseramente del sol azteca en el estado, en cambio los albiazules establecieron una “alianza institucional” pues no solamente se favorecían en la entidad sino que se beneficiaban de la legitimidad que Sabines le brindaba a Felipe Calderón. La alianza panista con Sabines era aprobada no sólo por su dirigencia nacional sino, sobretodo, por su presidente de la república. Al final, la historia se repitió como farsa y nuevamente el gobernador en turno favoreció a otro proyecto dónde encontraba mejor representados sus intereses.
Ahora, conviene aventurar una reflexión sobre la alianza en el poder, de cara al futuro, de cara al próximo proceso electoral.
¿Qué importancia tiene ganar la mayoría de los cargos de elección en juego en la próxima elección intermedia? La importancia es toral pues, simplemente, justificará a qué partido corresponderá encabezar la próxima alianza a la gubernatura. Nada menos.
Sería ilógico que si el PRI refrenda en el próximo proceso que es el partido mayoritario en Chiapas, cediera la cabeza de una nueva alianza con el PVEM.
Si el tricolor consigue consolidarse cómo primera mayoría y, además, durante este proceso político fortalece su liderazgo partidista, el que encabeza Roberto Albores Jr., su candidatura a la gubernatura sería natural, indiscutible.
Por el contrario, si el PVEM consigue remontar al PRI en sus resultados electorales, ganando la mayoría de alcaldías y diputaciones, le correspondería nuevamente encabezar la alianza con el nuevo liderazgo que haya construido.
Esto último explica el activismo de más de un funcionario de primer nivel, que pareciera prematuro pero no lo es, el tiempo para los verdes es breve, pues deben de fortalecerse como partido y construir la principal candidatura que sostendrán en cinco cortos años.
Sin fatalismo, si el verde no se ubica como la principal fuerza política en los ayuntamientos y en el congreso del estado, llegarán derrotados anticipadamente a la próxima definición de la candidatura a la gubernatura. Y repetir el fenómeno que representó en su oportunidad Manuel Velasco, no es sencillo, ni se consigue repitiendo la misma fórmula promocional.
Por todo lo anterior, desde esta próxima elección intermedia se definen los liderazgos que deben de inscribirse en la inmediata carrera por la gubernatura. Por eso mismo, el actual dirigente Albores Gleason, recibe fuego desde sus propias filas en el propósito de descarrilarlo de manera temprana.
En las filas del verde, también se prevé arrecie el fuego amigo que se da entre destacados integrantes de la “burbuja de palacio”. Los liderazgos que consigan trascender el próximo proceso y arrojen buenos resultados electorales, del lado de los tricolores y de los verdes, tendrán andado mucho trecho en la carrera por la próxima gubernatura.
Enrique Alfaro
Recapitulo. En el gobierno formal y en los espacio de poder, Chiapas es gobernada por una alianza PRI-verde que lo ocupa casi todo, ante la ausencia de una verdadera presencia de los partidos De la Revolución Democrática y Acción Nacional.
Curiosamente, tanto el PRD como el PAN, terminaron siendo víctimas del poder que encumbraron pues arrebataron y postularon candidatos que nunca fueron suyos y que terminaron regresando el poder al establo al que se debían.
La alternancia en Chiapas, fue de siglas, los gobernantes nunca dejaron de tener grabado en su pecho el emblema tricolor.
El PRD entregó su crecimiento de décadas al liderazgo de un ex senador priísta y sujetó a sus cuadros y su fuerza al gobierno del mismo. Al final de su sexenio, Pablo Salazar impuso candidato priísta al perredismo. Durante el gobierno de Juan Sabines Guerrero, éste dispuso sin rubor del liderazgo perredista y finalmente desfondó al sol azteca, dónde no estaba el candidato de su preferencia.
En el caso del PAN, con Salazar se subieron a una alianza con sus antagónicos para derrocar al PRI en Chiapas, montados en la ola triunfal del foxismo. Pronto pagaron su pecado y al final del sexenio se encontraban aliados con el PRI intentando vencer a un candidato que provenía del tricolor. La necesidad política de legitimar el triunfo de Calderón los obligó a asociarse con Sabines y también terminaron desfondados.
A diferencia del PRD, que se entregó completamente al Salazarismo y luego al Sabinismo, el PAN mantuvo diferencias con el primero y una alianza institucional con el segundo. Juan se sirvió groseramente del sol azteca en el estado, en cambio los albiazules establecieron una “alianza institucional” pues no solamente se favorecían en la entidad sino que se beneficiaban de la legitimidad que Sabines le brindaba a Felipe Calderón. La alianza panista con Sabines era aprobada no sólo por su dirigencia nacional sino, sobretodo, por su presidente de la república. Al final, la historia se repitió como farsa y nuevamente el gobernador en turno favoreció a otro proyecto dónde encontraba mejor representados sus intereses.
Ahora, conviene aventurar una reflexión sobre la alianza en el poder, de cara al futuro, de cara al próximo proceso electoral.
¿Qué importancia tiene ganar la mayoría de los cargos de elección en juego en la próxima elección intermedia? La importancia es toral pues, simplemente, justificará a qué partido corresponderá encabezar la próxima alianza a la gubernatura. Nada menos.
Sería ilógico que si el PRI refrenda en el próximo proceso que es el partido mayoritario en Chiapas, cediera la cabeza de una nueva alianza con el PVEM.
Si el tricolor consigue consolidarse cómo primera mayoría y, además, durante este proceso político fortalece su liderazgo partidista, el que encabeza Roberto Albores Jr., su candidatura a la gubernatura sería natural, indiscutible.
Por el contrario, si el PVEM consigue remontar al PRI en sus resultados electorales, ganando la mayoría de alcaldías y diputaciones, le correspondería nuevamente encabezar la alianza con el nuevo liderazgo que haya construido.
Esto último explica el activismo de más de un funcionario de primer nivel, que pareciera prematuro pero no lo es, el tiempo para los verdes es breve, pues deben de fortalecerse como partido y construir la principal candidatura que sostendrán en cinco cortos años.
Sin fatalismo, si el verde no se ubica como la principal fuerza política en los ayuntamientos y en el congreso del estado, llegarán derrotados anticipadamente a la próxima definición de la candidatura a la gubernatura. Y repetir el fenómeno que representó en su oportunidad Manuel Velasco, no es sencillo, ni se consigue repitiendo la misma fórmula promocional.
Por todo lo anterior, desde esta próxima elección intermedia se definen los liderazgos que deben de inscribirse en la inmediata carrera por la gubernatura. Por eso mismo, el actual dirigente Albores Gleason, recibe fuego desde sus propias filas en el propósito de descarrilarlo de manera temprana.
En las filas del verde, también se prevé arrecie el fuego amigo que se da entre destacados integrantes de la “burbuja de palacio”. Los liderazgos que consigan trascender el próximo proceso y arrojen buenos resultados electorales, del lado de los tricolores y de los verdes, tendrán andado mucho trecho en la carrera por la próxima gubernatura.
Columna HOJA DE APUNTES
EL VERDE INVERSO
Enrique Alfaro
En un proceso político que pareciera inverso, el Partido Verde Ecologista Mexicano se construye en Chiapas luego de ganar la gubernatura.
Recordemos que el PVEM inició su verdadero crecimiento bajo el liderazgo del joven político Manuel Velasco Coello, pero como institución partidista llegó a la gubernatura sin contar con la fuerza suficiente.
Correspondió al Partido Revolucionario Institucional sumar los votos necesarios en la alianza que encabezó Manuel Velasco Coello para afianzar un triunfo sobrado.
En su oportunidad, el arrastre político del güero no correspondía con la moderada fuerza de su partido. El PVEM sólo no garantizaba el triunfo de una candidatura a la gubernatura, por lo que se construyó una alianza con el Partido Revolucionario Institucional.
En la actualidad, el partido verde, que permanece sin un liderazgo formal y estatutario, debe construir su propia fortaleza para corresponder a las necesidades políticas de su líder natural.
Esta circunstancia explica ahora el intenso y tolerado activismo de líderes no formales que se han hecho muy visibles. Pareciera que a la usanza priísta se construyen lo que asemeja a los sectores del verde:
Leonardo Rafael Guirao trabaja el sector popular y su activismo es tan incesante como incierto en su efectividad.
El sector campesino pareciera ser atendido por otra asociación civil “verde”, de manera menos ruidosa.
En el caso de la capital, donde se concentra gran parte del electoral, es indiscutible la labor avanzada y masiva del diputado Fernando Castellanos Cal y Mayor.
Seguramente otras cabezas se harán visibles en los próximos meses en el propósito de hacer del partido verde una efectiva fuerza que sea de verdadera utilidad al gobernante de cara a las próximas elecciones municipales intermedia.
El verde debe de construirse de manera pronta para ser un contrapeso, un equilibrio a la fuerza del PRI, pues aunque exista una alianza entre ellos, no sería conveniente para Velasco el debilitamiento de su partido.
Por el contrario, el PVEM en Chiapas debe de prepararse para contender sólo si fuese necesario, por lo que la alianza con el PRI podría ser parcial, disminuida, y no total en todo el estado en el próximo proceso.
Incluso, no sería nada extraño que el verde acrecentara su fuerza a costillas del tricolor, como ha sucedido hasta la fecha.
El activismo de quienes tienen la tarea de construir un partido verde para gobernar en lo futuro continuará tan visible y ostentoso como sea necesario.
La proclividad a la promoción personal de quienes les ha sido encomendada la tarea en comento es un efecto heredado, pues todos creen si la receta funcionó con su líder, funcionará con ellos.
Por lo que se ve, la lealtad de gobernador Manuel Velasco a su partido nunca ha estado en duda, en un océano dónde los políticos se distinguen por ser chapulines.
El riesgo previsible de todo lo anterior es que se construya fuerza sobre la base de candidatos populares y no sobre verdaderas estructuras municipales y regionales. Los candidatos pueden hacer ganar al verde, pero sin ellos el partido podría ser un fantasma, una quimera.
Enrique Alfaro
En un proceso político que pareciera inverso, el Partido Verde Ecologista Mexicano se construye en Chiapas luego de ganar la gubernatura.
Recordemos que el PVEM inició su verdadero crecimiento bajo el liderazgo del joven político Manuel Velasco Coello, pero como institución partidista llegó a la gubernatura sin contar con la fuerza suficiente.
Correspondió al Partido Revolucionario Institucional sumar los votos necesarios en la alianza que encabezó Manuel Velasco Coello para afianzar un triunfo sobrado.
En su oportunidad, el arrastre político del güero no correspondía con la moderada fuerza de su partido. El PVEM sólo no garantizaba el triunfo de una candidatura a la gubernatura, por lo que se construyó una alianza con el Partido Revolucionario Institucional.
En la actualidad, el partido verde, que permanece sin un liderazgo formal y estatutario, debe construir su propia fortaleza para corresponder a las necesidades políticas de su líder natural.
Esta circunstancia explica ahora el intenso y tolerado activismo de líderes no formales que se han hecho muy visibles. Pareciera que a la usanza priísta se construyen lo que asemeja a los sectores del verde:
Leonardo Rafael Guirao trabaja el sector popular y su activismo es tan incesante como incierto en su efectividad.
El sector campesino pareciera ser atendido por otra asociación civil “verde”, de manera menos ruidosa.
En el caso de la capital, donde se concentra gran parte del electoral, es indiscutible la labor avanzada y masiva del diputado Fernando Castellanos Cal y Mayor.
Seguramente otras cabezas se harán visibles en los próximos meses en el propósito de hacer del partido verde una efectiva fuerza que sea de verdadera utilidad al gobernante de cara a las próximas elecciones municipales intermedia.
El verde debe de construirse de manera pronta para ser un contrapeso, un equilibrio a la fuerza del PRI, pues aunque exista una alianza entre ellos, no sería conveniente para Velasco el debilitamiento de su partido.
Por el contrario, el PVEM en Chiapas debe de prepararse para contender sólo si fuese necesario, por lo que la alianza con el PRI podría ser parcial, disminuida, y no total en todo el estado en el próximo proceso.
Incluso, no sería nada extraño que el verde acrecentara su fuerza a costillas del tricolor, como ha sucedido hasta la fecha.
El activismo de quienes tienen la tarea de construir un partido verde para gobernar en lo futuro continuará tan visible y ostentoso como sea necesario.
La proclividad a la promoción personal de quienes les ha sido encomendada la tarea en comento es un efecto heredado, pues todos creen si la receta funcionó con su líder, funcionará con ellos.
Por lo que se ve, la lealtad de gobernador Manuel Velasco a su partido nunca ha estado en duda, en un océano dónde los políticos se distinguen por ser chapulines.
El riesgo previsible de todo lo anterior es que se construya fuerza sobre la base de candidatos populares y no sobre verdaderas estructuras municipales y regionales. Los candidatos pueden hacer ganar al verde, pero sin ellos el partido podría ser un fantasma, una quimera.
martes, 14 de enero de 2014
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