viernes, 26 de junio de 2009

Una anécdota de periodistas

¡Seco el elotazo para los directivos del Es!
Enrique Alfaro


Alfonso Grajales Burguete, hijo de don Gervasio, dirigía en los años noventa el diario popular Es!, entonces el periódico de mayor circulación en la capital. Poncho me había contratado para modernizar la publicación que dejaría de imprimirse en prensa plana para editarse en offset.
Para el nuevo diseño se compraron computadoras en las que se resolvía enteramente la producción de originales mecánicos. Yo, que ocupaba el pomposo cargo de jefe de producción, era principalmente el responsable del diseño. Sergio Emilio Espinosa fungía como subdirector y, en ausencia del director, resolvía la edición.
Una de tantas ocasiones, Sergio Emilio, Alfonso y yo nos encontramos al medio día en las instalaciones del Es!, para recoger ejemplares del día. Luego de una breve charla, Poncho nos miró maliciosamente y nos propuso continuar la plática en el bar “Doña Mechita”, con el único propósito de deleitarnos con unas botanitas acompañadas de cerveza fría. La proposición fue aceptada, pero advertimos que regresaríamos temprano de la tarde para iniciar la edición del día.
Instalados en “La Mechita”, las horas transcurrieron con rapidez. Sergio Emilio fue el primero en advertir que se retiraba para dirigirse a sus labores en el periódico. Alfonso lo convenció de permanecer un rato más para que nos retiráramos juntos. El segundo en insinuar que abandonaba la mesa para irse a trabajar fui yo. Nuevamente, Alfonso convenció de permanecer un rato más.
El atardecer llegó de prisa y el trío de comensales permanecían felices, cada vez más eufóricos. El mayor de todos, Sergio Emilio, recordó que la edición se estaba atrasando por lo que era buena hora para emprender la retirada. Alfonso Grajales, a quién apodaban El Coleto, molesto nos recordó que el era el dueño del Diario Popular y que “si se le pegaba la gana” no salía la edición del día siguiente. La orden del director era permanecer acompañándolo hasta la hora que él considerara conveniente. Sergio y yo, resignados, nos dispusimos a continuar la velada con más entrega. “Ni modos, el día de mañana no circula el Es!”, dijimos.
Como era de preverse, la noche fue larga y agónico el amanecer del día siguiente. Me despertó una llamada del subdirector, Sergio Emilio, para advertirme:
–Alfonso está muy enojado.
–¿Conmigo?,¿Con nosotros?, repuse penosamente.
–No, pero te puedo decir que la edición del Es! sí salió y ya está circulando.
–¿Cómo?,¿quién la hizo…?, balbucié.
Media hora después, nos encontrábamos nuevamente reunidos en las instalaciones del periódico, donde me enteré que los hijos de Alfonso, actuales directivos del diario, habían logrado resolver la edición en ausencia de nosotros.
Al leer la primera plana entendí de golpe la molestia de Alfonso. En la breve sección de “Espinacas por Popeye” se leía: Con esos director, subdirector y jefe de producción… pa´que pictes ¡Seco el elotazo!
En el propio periódico se había ventaneado a los directivos.



Ellos-otros-yo…
A Arit, ahora que tiene fruto

Estoy cierto que Dios ama a los locos
que entregan su amor sin medida
y sin condición
Que se enajenan por amor a otro, a otros

Estoy loco por esos otros que no existirían sin mí
porque siendo mi sangre, mi alma...
son distintos..
Porque cuando yo no esté
viviré en ellos,
por siempre...
Porque siendo mi fruto
deseo verlos desprenderse de mi
para dejar de ser yo… y ser lo mismo:
Ellos-otros-yo

Estoy loco por amor a esos otros
Por el futuro cierto que me espera con ellos
Porque no habrá arrepentimiento... No
Estoy loco, idiota, estúpido... estoy lúcido

Vivo el juicio de mi condena y la acepto...
Jamás habré de arrepentirme...
A mi lado, mis hijos y Dios

martes, 23 de junio de 2009

La batalla de mis huestes

Enrique Alfaro / Columna Rumando

Todos los días concibo la grandeza de Dios cuando me permite peinar suavemente a mis hijos. Inicio la mañana luchando contra la insurgencia de sus cabellos, donde se revela la fina herencia que les he dado. Alzados contra el gel, los gallitos permanecen retadores, estoicos, y me rindo ante la prisa de encaminarlos a la batalla cotidiana contra la ignorancia. No se si le han asestado alguna derrota, pero de todas maneras los mando a sostener las hostilidades contra el oscurantismo. Los veo regresar jadeantes, batidos, en retirada desordenada, pero con una sonrisa cómplice que me asegura que al día siguiente estarán en pie de guerra. Los fines de semana se suspende la beligerancia en el liceo y reinicia en territorio propio. Las huestes se revelan contra el tirano que se les impone por cinco días y se apoderan de todos los armamentos que tengan conexión eléctrica, a cable o Internet. Soy derrotado irremediablemente, pero conservo bajo mi resguardo el gel y el peine. Ya llegará el lunes y entonces tendré el mando absoluto.

* * * * *

Abducido y trepanado

Iluminan mi rostro más que el sol. Con frecuencia no me cabe la sonrisa en el semblante. Son cuatro personitas y habitan mi casa como fantasmas chocarreros que todo lo mueven, que todo lo reconfiguran, que todo lo cambian y si... que todo lo descomponen. Si les cobrara me deberían hasta sus anteriores reencarnaciones, pero yo sólo estoy rentando un pedacito de cobijo pues el hogar que ocupan es de ellos, con todo lo que me queda de vida. Sospecho que me tienen tomada la medida. Es más, me tienen trepanado y deambulo controlado desde el xbox o desde mi propia computadora. Estoy cayendo en cuenta que en mis sueños son cuatro los pequeños humanoides que me abducen. Hoy pondré doble pasador a mi recámara…

viernes, 19 de junio de 2009

La generación del hartazgo


Enrique Alfaro / Columna Rumando

Quienes observan con admiración el ánimo de esa nueva generación de jóvenes que mediante la Internet han puesto en la discusión nacional la anulación del voto como método de protesta contra los excesos de la actual partidocracia, advierten que podrían sufrir una grave frustración por la ingenuidad de creer que las cúpulas partidistas harán caso de un desahogo tan ruidoso como inútil.
En sentido contrario, cabe entonces advertir a la clase política mexicana de los peligros de condenar a millones de jóvenes a un desengaño civil de proporciones incalculables, que pondría inmediatamente en la mesa de discusión ya no los métodos legítimos para manifestar inconformidad, sino la viabilidad y utilidad misma de nuestra “democracia”.
Que se va a fortalecer al voto duro, se dice; que se va entregar más poder a los que se les pretende reclamar, se sostiene. Es posible. Pero nunca en la historia contemporánea de nuestro país el hartazgo había sido tan manifiesto. Nunca había ocupado tanto tiempo de nuestros analistas y tanto espacio en los medios de comunicación. Nunca una generación de jóvenes había coincidido de tal manera en su sentir sobre nuestro inoperante sistema de partidos. La propia lista de políticos que reconocen y tratan el tema con preocupación es larga.
Si al hartazgo se le responde con más cinismo, si los partidos anulan el reclamo, entonces nuestra clase política habrá cavado un abismo entre ella y la generación de mexicanos que intentan acercarse a las urnas para hacerse escuchar.
Sólo que estos jóvenes no son marginales como los que en décadas pasadas decidieron hacer la revolución. Esta nueva generación participa ya en una nueva revolución pero tecnológica, para asociarse, comunicarse y manifestarse sin fronteras internas y externas.
Ante la inmensa desventaja que representan los miles de spot que todos los días, a todas horas, los partidos nos recetan sin misericordia, los promotores del voto nulo se han impuesto desde sus casas, desde sus escuelas, desde el ciber, a través del Internet.
Esta ocasión los partidos podrían no hacerles caso, pero no los van a contener. Tendrían que detener no sólo el ánimo y talento, sino también la imaginación de quienes desean transformar su comunidad, su mundo, su propio universo. Yo apuesto por ellos.

jueves, 18 de junio de 2009

Tersura presidencial en Chiapas


Enrique Alfaro / Columna Rumando

Se pudiera juzgar crítica o positivamente. Pareciera una obviedad, una verdad de Perogrullo, pero son hechos concretos los que dan constancia de la buena relación construida entre Felipe de Jesús y Juan José. Efectivamente, la más reciente visita presidencial resultó más tersa que las anteriores en las que el buen estado de ánimo del mandatario federal impregnó el ambiente.
¿Qué circunstancias distintas existieron en relación con las anteriores visitas del Calderón Hinojosa? Una muy importante y evidente era que entonces el gobernador Sabines Guerrero aún cargaba el lastre heredado por Salazar Mendiguchía y eso tensaba el ambiente durante la estancia del ejecutivo federal.
Por ejemplo, recordemos que, a finales de 2008, el actual titular de la Órgano Superior de Fiscalización del Congreso del Estado, realizó fuertes declaraciones contra el entonces Secretario de Economía estatal, Mariano Herrán Salvatti, por el desaseo administrativo encontrado en la Fiscalía General del Estado, precisamente cuando el presidente Calderón se encontraba en territorio chiapaneco y el Estado Mayor Presidencial estaba al tanto de todo evento político o social que sucediera en la entidad.
El mensaje, para Calderón, su equipo de seguridad y Gobernación, era claro y contundente. Herrán Salvatti acumulaba acusaciones diversas relacionados no sólo con el manejo administrativo de las dependencias que había ocupado, sino también con cuestiones delicadas de seguridad nacional en la frontera sur, asunto que preocupaba y ocupaba a Juan José Sabines Guerrero.
Esta ocasión el gobernador del estado se encuentra libre de tutelas, herencias y proyectos transexenales. Hoy Juan Sabines tiene todos los hilos de la gobernabilidad en Chiapas.
Por su parte, Felipe Calderón visita una entidad que el Partido de la Revolución Democrática se adjudica, pero que es gobernada por político que trabaja sin dificultades con el gobierno federal panista.
Chiapas, además, pese a su condición de frontera, no tiene los graves problemas de seguridad como los que se viven en el otro extremo del país. Las cuerpos policiacos se han depurado desde el cambio de estafeta en el gobierno estatal.
Las campañas electorales transcurren sin asomos de intrusión de la delincuencia organizada, como en el estado de Michoacán y sin graves conflictos entre el gobernante y los grupos políticos de los exgobernadores como en Zacatecas.
Todo lo anterior no pasa desapercibido para la Presidencia de la República. De ahí, el buen humor de Felipe de Jesús en territorio chiapaneco, donde, previo a su visita, AMLO perdió un candidato que renunció argumentando falta de apoyo de los partidos Convergencia y del Trabajo y donde el hermano de López Obrador no pareciera levantar en su campaña.

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En la columna Sin Embages de Juan José Fierros, de ayer, se puede leer: …”el presidente de la Junta de Coordinación Política, Ángel Córdova Toledo, al expresar su opinión respecto al tema del voto nulo, dijo que es respetuoso de la expresión ciudadana, sobre todo cuando esa expresión viene de una clase pensante como la intelectual y empresarial, subrayó que el Instituto Federal Electoral, los partidos políticos y candidatos deben realizar una gran tarea de promoción del voto entre la ciudadanía para contrarrestar la anulación del sufragio, sobre todo porque en las últimas elecciones ha crecido el abstencionismo. El legislador agregó que urge una reforma electoral a fondo donde se comprometa a los candidatos a dar cumplimiento a sus compromisos de campaña, como la propuesta hecha por el empresario Alejandro Martí para que los aspirantes a una curul firmen sus compromisos ante Notario Público”… A una declaración así no hay nada que criticarle. Es un posicionamiento válido, sin descalificaciones, que propone algo en lo que estamos de acuerdo: que los candidatos se obliguen a cumplir sus compromisos.

miércoles, 17 de junio de 2009

AMLO y el descrédito democratizado

Enrique Alfaro / Columna Rumando

Andrés Manuel López Obrador pareciera condenado a ser su propia víctima. Si alguien contribuyó en la actualidad al descrédito de las instituciones, de los partidos y de la clase política mexicana, es él. Si alguien descalificó a las autoridades electorales, a la actual dirigencia perredista, e incluso a la mayoría de los candidatos solferinos en pleno proceso electoral, es él. Si alguien ha mantenido una actitud de crítica ácida, sin concesiones, a las expresiones que no coinciden con su movimiento de salvación, es él. Hasta los anulistas han tenido su ración de descalificaciones de AMLO al ser señalados como instrumentos de la “mafia” y la ultraderecha. Y lo que siembra, se cosecha.
En nuestro país no sólo se ha democratizado la pobreza y la inseguridad, sino también el descrédito. El hartazgo ciudadano es el mejor síntoma de que los políticos, todos, han fallado. Hoy, los puristas defensores de la estabilidad y la democracia lanzan graves advertencias sobre el desencanto civil, sin señalar que esta circunstancia no es una nueva causa sino la consecuencia llana del quehacer de nuestra clase política.
El mar del descrédito inunda todos los recovecos de la política partidista y alcanza, inclusive, al propio frente lopezobradorista, que empieza a resentir los daños. En Chiapas, uno de los candidatos cercanos a Andrés Manuel tiró la toalla al renunciar a la candidatura a diputado y de plano anunció que se sumaba a la campaña a favor de anular los votos para protestar contra la partidocracia. Por supuesto, una pirueta de tal dificultad sólo la intenta un político de viejo cuño, en la mejor y admirable exhibición de oportunismo.
Pero lo más grave para AMLO pareciera surgir del caso Brugada en la delegación Iztapalapa. Es difícil no sorprenderse por la estrategia del tabasqueño anunciada como un hecho y que no se consultó con ninguno de los legalmente interesados. Se pide votar ahora por un candidato petista que si gana no gobernaría pues renunciaría para que el jefe de gobierno perredista, a solicitud de un tercero que no tiene interés jurídico en el caso, proponga a la ex candidata que perdió su candidatura a la delegación mencionada por el PRD, para que asuma el poder en Iztapalapa, luego de que la asamblea de representantes del DF, de previsible mayoría perredista, apruebe obedientemente la propuesta hecha por Ebrard, a instrucción del Peje.
Sinceramente no creo que esto fortalezca la confianza de los ciudadanos en las elecciones y los partidos, si se les llama a votar por un candidato de un partido que de ganar no va a gobernar pues, vía legislativa, se le entregaría el poder a otra persona que no participó en las elecciones, pues su propio partido contendió con otra candidata.
Esta estrategia es legal, pero dibuja de manera exacta y precisa el exceso grosero del reparto de poder que los partidos se han adjudicado y del que AMLO hecha mano para ganar espacios, a como de lugar, para su causa. Y luego algunos académicos y articulistas afirman que no hay razones para creer que todos los partidos y candidatos son igual, que es una exageración inventada por mentes ociosas.
Insisto. Que un partido, la jefatura de gobierno y la asamblea legislativa del DF, participen en una maniobra legal propuesta por un líder carismático para que finalmente se adjudique el poder a una militante de una facción de otro partido que, a su vez, postuló a otra candidata, es una invitación al descrédito en el que se regodea nuestra clase política, incluido AMLO.


Nuevas patrullas

miércoles, 10 de junio de 2009

Dos breves historias dos

Enrique Alfaro

La fama
Él escribió un libro que fue enteramente sugerido por su compañera. El texto resultó seriamente modificado por el responsable de la edición y ampliamente mejorado por el corrector de estilo. El editor, finalmente, modificó el título. El crítico alabó, sin saberlo, las partes influidas, modificadas, corregidas e incluso la pertinencia del título. Ahora, el autor es un escritor famoso.

Exorcismo de las ideas
Escribió un libro para dejar de pensar en lo que odiaba. Al concluir, su mente quedó en blanco.

martes, 9 de junio de 2009

¡No a los acólitos crispados!

Enrique Alfaro / Columna Rumando

Quienes critican agresivamente el llamado al abstencionismo activo, pasan por alto que hoy gracias a este heterogéneo movimiento civil se discuten valiosas mecanismos para lograr una mayor representatividad de los ciudadanos en los órganos de gobierno, más allá de la partidocracia, mediocracia y partidofobia.
La clase política mexicana ya mostró preocupación ante la proliferación y profundización de la discusión sobre su ineficiencia y poca representatividad. La corriente anulista ha conseguido se sostenga una amplia e imaginativa discusión sobre la mejor manera en que la ciudadanía debe canalizar su hartazgo y eso representa un triunfo desde ahora.
Muchos de los que advierten intereses mezquinos y aviesos detrás de esta polémica desearían que fuera una discusión crispada entre acólitos a favor y en contra del sistema y las instituciones. Por el contrario, la gran mayoría de los participantes que abordan esta propuesta ciudadana actúan de manera responsable. Los beneficios y perjuicios de toda proposición son parte obligada del análisis.
El peso de algunas personalidades que apoyan decididamente las acciones que contribuyan a reconfigurar nuestra democracia disfuncional, causan un doble efecto:
a) permiten mantener la seriedad y altura del tema y sus alcances, desde distintas ópticas que apoyan o critican objetivamente.
b) Y provocan descalificaciones interesadas de quienes se asumen salvadores de las instituciones ó exorcistas del diablo del hartazgo.
Quienes creemos saludable continuar abordando el tema de la falta de representatividad y legitimidad de los partidos políticos, de la ineficiencia y corrupción de la clase política mexicana, debemos ser cuidadosos de mantener los propósitos en claro, teniendo presentes los intereses oportunistas de los poderes fácticos del país.

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Horizonte político / Excelsior / 08-Jun-2009
José A. Crespo
Masoquismo electoral


Mientras el abstencionismo refleja inconformidad, desmovilización y hastío, el voto nulo implica deseo de expresarse, de hacer visible la inconformidad, de presionar al sistema de partidos para que se abra y democratice. Con todo, un argumento muy persuasivo y recurrente de quienes promueven el voto partidista (es decir, por alguno de los partidos registrados, nos gusten o no) es que no será eficaz. En primer lugar, dicen, porque la Cámara baja de cualquier manera se instalará con sus 500 diputados. ¡Pues qué mejor! Al menos en lo que a mí respecta, lejos estoy de pretender que no se instale dicha Legislatura, la cual espero sea lo suficientemente perceptiva para entender el descontento ciudadano y la actual crisis de representación política, y actúe en consecuencia con el fin de superarla. Pero también creo que, para que eso suceda, debe enviárseles un claro mensaje de inconformidad (que no se potencia con la abstención ni con el voto partidista). Y de ahí el siguiente argumento contra la eficacia del anulismo: los partidos —nos dicen los sufragistas pro partido— son cerrados, cínicos, autistas e impermeables y desdeñosos de los mensajes y reclamos de la ciudadanía, pues se hallan concentrados en su respectivo interés y en su rebatinga por el poder. En efecto, casi todos pensamos algo semejante de los partidos. Según la última encuesta de Gobernación (de 2008), sólo 4% tiene plena confianza en los partidos y apenas 10% cree que los congresistas legislan pensando en sus representados.
Pero, de esa premisa, los promotores del voto partidista pasan a la conclusión de que más vale ir a la urna y votar por quien uno quiera (aunque no se quiera a ninguno). Extraño silogismo. Si asumo que los partidos, de manera irremediable, son ciegos y sordos a los electores, lo más lógico sería la abstención en lugar de votar por alguno de semejantes autistas. Por eso mismo, muchos de quienes abrigan esa mala imagen de los partidos tienden de plano a abstenerse como una forma de desesperanzado rechazo o de una como claudicación al juego partidista-electoral. Escribe, por ejemplo, Joel Ortega, histórico militante de la izquierda: “Si uno va el 5 de julio a las urnas, aunque anule el voto… termina haciéndose cómplice de todo un sistema de simulación… No puede haber medias tintas. O la gente manda a volar a la partidocracia, utilizando la poderosa arma del desdén a su simulación (la abstención) o vamos como borreguitos a legitimar una partidocracia decadente” (Milenio, 30/V/09)…

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Anudemos el voto / Excelsior / 08-Jun-2009
Agustín Basave


No es cierto que los partidos estén desvinculados de la sociedad: son su producto. Algunos de los nuestros premian o solapan políticos corruptos porque el hacerlo no les acarrea un castigo en las urnas. En cambio, los de las democracias maduras afrontan consecuencias políticas, si no legales, cuando se destapa alguna cloaca y hay sospechas fundadas de la corrupción de alguno de sus militantes. Si no va a la cárcel, su carrera se trunca. Se le remueve de su puesto en el gobierno o en la dirigencia de su organización política y no se le vuelve a postular a un cargo de elección popular. La decisión no se toma necesariamente por un prurito ético sino por conveniencia: el votante pasa facturas. Claro, eso ocurre en el primer mundo, donde la excepción italiana confirma la regla europea, o gringa o canadiense o australiana o japonesa. En México no. Aquí hay muchos personajes impresentables que siguen siendo presentados. Pueden hacerlo porque el electorado lo tolera.
Una irritada opinión pública deturpa cotidianamente a los partidos. Existen dos tipos de irritaciones: la de quienes no se sienten representados por ninguno y los rechazan a todos por sus corruptelas y la de quienes quieren un nuevo sistema político o partidista. Los medios electrónicos difunden profusamente ambas en su afán de revertir la reciente reforma electoral, que con la prohibición de comprar tiempos para propaganda les hizo perder mucho dinero y un poco de poder. Los medios no crearon la indignación social, ciertamente, pero la alientan y la esparcen. Y magnifican los defectos de la reforma. Las voces que por convicción protestan contra lo que consideran una limitación a la libertad de expresión, o contra lo que juzgan censura, caen como lluvia de hastío en la tierra fértil de una ciudadanía predispuesta contra nuestra carísima partidocracia.
Esa combinación de búsqueda de representatividad y reformismo está resultando fecunda. El resultado es una serie de manifestaciones de inconformidad que coinciden, en su mayoría, en la idea de anular el voto. La lógica es correcta: hay que mostrar a los partidos que estamos decepcionados de ellos. Hay que ir a la casilla el 5 de julio y dejar en blanco o cruzar toda la boleta para que un alud de votos nulos mande el mensaje. El problema es que nuestro sistema electoral no es absoluto sino relativo —se basa en los porcentajes de votación y no en la cantidad de votos— y no penaliza el abstencionismo. Un ejemplo: si en un distrito hubiera 100 mil votantes registrados y 99 mil 994 anularan su sufragio pero tres votaran por el PRI, dos por el PAN y uno por el PRD, el candidato priista sería diputado con todas las de la ley y cada uno de los partidos abonaría a la misma cantidad de diputaciones plurinominales y acabaría recibiendo el mismo dinero en prerrogativas que si el resultado hubiera sido 50 mil votos para el PRI, 33 mil 333 para el PAN, 16 mil 666 para el PRD y una abstención. Aunque a mi juicio debería haberlo, nada hay en el Cofipe que supedite la validez de la elección a un nivel mínimo de participación o que les quite a los partidos representación o recursos por una baja afluencia de electores…

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La marejada abstencionista
Día con día / Milenio
Héctor Aguilar Camín


La ola abstencionista toma rumbo de marejada y empieza a preocupar a las autoridades, a los partidos y al IFE, que arranca esta semana foros para debatir, en realidad para combatir, la idea de la abstención en julio.
Ya eso está bien: que los autores de la reforma electoral pasada y sus beneficiarios tomen nota de que algo serio se desarregló con ella en el corazón mismo de la confianza ciudadana.
Distintos observadores ven en la marejada una típica equivocación de medios y fines: los abstencionistas darán el poder a quienes menos quieren dárselo, a los candidatos y partidos con mayor posibilidad de movilizar su voto duro, en una contienda que, dada la abstención, se parecerá más al acarreo y el clientelismo de viejo cuño que a la fiesta democrática de electores libres.
Creo que la ola abstencionista podría ser constructiva, y hasta catártica, si adquiere banderas y encuentra la forma de ponerlas en la agenda nacional.
Una manera de hacer esto sería que los distintos focos de promoción abstencionista escogieran consignas precisas, de preferencia no más de tres, y diseñen un mecanismo para hacerlas visibles el día de la elección.
Tres consignas podrían ser: 1.Terminar con las candidaturas plurinominales, 2. Instaurar la reelección, 3. Establecer candidaturas independientes.
Respecto del mecanismo para hacerlas visibles, pienso que pudiera emitirse por internet una convocatoria para que el mismo día de la elección se reúnan físicamente, en los puntos canónicos de cada ciudad, los ciudadanos abstencionistas, con sus pancartas exigiendo lo que exigen.
Es probable que esos mítines horizontales, hechos en cada ciudad a partir de la simple concurrencia ciudadana, se vuelvan la noticia del día de la elección, y establezcan así, en los medios, el principio de una agenda legislativa para los políticos electos ese día.
Si todo esto sucediera, el abstencionismo activo adquiriría la forma de una demanda política clara y tendría una expresión física en calles y plazas, una presencia tangible que pudiera resultar abrumadora, aun si no son muchos los que se reúnen en cada lugar. Serán una multitud sumada plaza por plaza.
A los mítines podrían acudir también los no abstencionistas, los ciudadanos que creen su deber votar o que juzgan ingenua y aun peligrosa esa práctica, pero comparten las demandas de los abstencionistas y su mensaje de fondo: quitarle poder a los partidos y darle poder a los votantes.

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Aspirar a más
Denise Dresser

¿Usted sabe quién es su diputado? ¿Sabe cómo votó durante su paso por el Congreso? ¿Sabe cuántas veces viajó al extranjero y a dónde? ¿Sabe qué iniciativas legislativas presentó? ¿Sabe cómo ha gastado el dinero público que usted le entregó a través de los impuestos? Es probable que usted no sepa todo eso y quisiera sugerir por qué: el sistema político/electoral no fue construido para representar a personas como usted o como yo. Fue erigido para asegurar la rotación de élites, pero no para asegurar la representación de ciudadanos. Fue creado para fomentar la competencia entre los partidos, pero no para obligarlos a rendir cuentas. Fue instituido para fomentar la repartición del poder, pero no para garantizar su representatividad. Y quizás por eso hoy hay tantos mexicanos insatisfechos, descontentos, descorazonados, que no saben por quién votar o si lo harán siquiera. Quizás por eso, como lo revela una encuesta reciente realizada por la Secretaría de Gobernación, sólo 4% de la población confía en los partidos y sólo 10% piensa que los legisladores legislan en favor de sus representados. La población mira a los partidos y ve allí una historia de priización, de complicidades, de organizaciones que dijeron enarbolar algo distinto para después actuar igual. Ve a partidos con algunas diferencias en cuanto a lo que ofrecen, pero con demasiadas similitudes en cuanto a como se comportan. Ve pluralismo en la oferta política, pero mimetismo en el desempeño gubernamental. Ve a partidos corruptos, partidos que se niegan a rendir cuentas, partidos que se rehúsan a reducir gastos, partidos que hacen promesas para después ignorarlas, partidos que en lugar de combatir la impunidad, perpetúan sus peores prácticas. Allí está el PRI montado sobre el corporativismo corrupto y vanagloriándose por ello. O el PAN que prometió ser el partido de los ciudadanos, pero acabó cortejando a Valdemar Gutiérrez, líder atávico del sindicato del IMSS. O el Partido Verde, única opción “ecologista” del planeta que apoya la pena de muerte mientras se vende al mejor postor y financia la farándula del “Niño Verde”. O el PRD, enlodado aún por el “cochinero” de su elección interna y que no logra remontar las divisiones internas producto de su relación de amor-odio con Andrés Manuel López Obrador. O el PT o Convergencia, saltando de alianza en alianza para ver cómo aterrizan mejor. Otorgándose salarios altos, fiesta fastuosas, aguinaldos amplios, viáticos inmensos, exenciones amplias, cónclaves en las mejores playas. Partidos cerca del botín que se reparten, y lejos de la ciudadanía; cerca de los privilegios que quieren preservar y lejos de los incentivos para sacrificarlos. Y ante eso se nos dice que debemos votar por alguno de ellos porque si no, “afectaríamos la legitimidad de la representación política”, cuando en realidad esa representación sólo existe de manera trunca y parcial. Y se nos dice que el sistema de partidos funciona “razonablemente bien”, cuando en realidad funciona muy bien para la clase política, pero muy mal para la ciudadanía. Y se nos dice que el sufragio por alguna de las opciones existentes fomentará el cambio, cuando en realidad sólo preservará el statu quo. Y se nos dice que si anulamos el voto estaríamos desacreditando a las instituciones, cuando en realidad han logrado hacerlo y sin nuestra ayuda. Y se nos dice que debemos buscar verdaderos mecanismos de exigencia para demandar que la clase política se comporte de mejor manera, cuando en realidad no existen. Y se nos dice que anular el voto sería una “táctica ineficaz”, pero nadie propone una alternativa mejor para presionar a políticos -por supuesto- satisfechos con su situación…

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Carlos Loret de Mola
Historias de reportero / El Universal
09 de junio de 2009


Los huérfanos
El voto en blanco ya es un shock al sistema de partidos


Están realmente preocupados. El voto nulo genera reuniones del más alto nivel en IFE, partidos y gobierno. Les alarma la seducción de tachar la boleta como expresión del fracaso de la alternancia: ciudadanos que, habiendo visto a todos los partidos, concluyen que sus diferencias no se notan al gobernar y, al contrario, se igualan en impunidad, ineficacia, corrupción e incumplimiento.
Hay connotadas voces en contra. Critican que no se pueden contar, que no se sabrá exactamente cuántos votos se anularon, pero no miran que el peso no es sólo de número sino de influencia. Comparando el 3% de votos nulos y por candidatos no registrados en 2003 con los que se sumen ahora, se podrá hacer una deducción, pero me sorprendería que llegaran a 6%. Pero son votos que suenan mucho: son el tema de moda en la política, se han ganado espacios en los medios, el IFE los quiere bloquear, los partidos los condenan y no le gustan al gobierno.
Dicen que es el voto inútil. Como si los sufragios anteriores, que han conducido al estado de cosas vigente, hubiesen sido muy útiles. El voto en blanco ya es un shock al sistema de partidos. Y cuidado con los que se lo quieran apropiar presumiéndose como ciudadanos modelo porque el chiste de esta corriente es que no está organizada, es caótica, reactiva, no persigue postulado concreto, no respalda manifiestos ni lleva carga ideológica. Es de izquierda, de derecha y de centro. Esa es su virtud, no su defecto. Que es genuina. Que encuentra vasos comunicantes entre quienes piensan distinto, pero que se unen al sentirse huérfanos de siglas, no representados por ninguna de las opciones. No busca desechar la democracia poniendo como pretexto su mala aplicación por estos partidos, sino emplearla de modo poco ortodoxo para manifestarse. No es no votar; es votar, pero por nadie.
Auguran que no tendrá consecuencias. Eso está por verse. ¿No habrá líder, partido, gobierno interesado en ganarse unos puntos porcentuales de respaldo retomando exigencias que convergen en el hartazgo del voto anulado (reelección de legisladores, rendición de cuentas, sistema de justicia eficaz, candidaturas ciudadanas, revocación de mandato, libertad de expresión)? ¿No habrá quien se apunte a abanderar una causa ciudadana aunque sea por puro interés político?
Advierten que otros decidirán por nosotros. ¿Y votando por un partido se va a terminar eso, que viene siendo práctica desde hace décadas en elecciones sucias y limpias? ¿Vamos a seguir creyendo que con el mismo método la política va a mejorar, sin sacudidas de por medio?
Votar nulo no es desacreditar la política, es sofisticarla. No es tachar de un plumazo el sistema de partidos, es exigir mejores. No es desaparecer a los políticos, sino obligarlos a tener representatividad real. Me parece más democrático que el penoso ejercicio del que ya se habrán cansado algunos: tener que escoger, elección a elección, quién es el menos peor.
SACIAMORBOS
Que se preocupen mejor por el 60% que no cree en nada ni en nadie.

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Exhortan clérigos de Chiapas a votar
Elio Henríquez, corresponsal de La Jornada

San Cristóbal de Las Casas, Chis. En conferencia de prensa, el arzobispo de Tuxtla Gutiérrez, Luis Mendoza Corzo; el obispo de San Cristóbal de las Casas, Felipe Arizmendi Esquivel, y el presbítero Carlos Lomelí, de la diócesis de Tapachula, junto con sus auxiliares y los dirigentes cristianos Elba Hernández Rodríguez, Ernesto Martín Guerrero y Miguel Ceballos Hernández –todos miembros del Consejo Interreligioso–, pidieron a los ciudadanos participar en las elecciones e incluso anular su voto si lo desean, pero no abstenerse, pues el sistema político mexicano necesita avanzar y quedarse al margen es dejar que unos pocos decidan.

jueves, 4 de junio de 2009

Despreocupado




El panismo y la mística del voto

Enrique Alfaro / Columna Rumando

Ningún otro partido como Acción Nacional fundó su doctrina en la defensa acérrima del voto ciudadano, libre y efectivo. Sin embargo, los dos primeros gobiernos panistas en la presidencia de la República pasarán a la historia por convertir el voto de los mexicanos en desilusión y hartazgo.
Vicente Fox, como ningún otro mandatario, logró acabar con la “esperanza del cambio” luego de ser electo presidente. Su frivolidad e incultura llegó a extremos groseros y ofensivos. Su aventura ranchera terminó donde no debería haber salido.
Al final del gobierno foxista los mexicanos desilusionados enfrentamos una elección polarizada, que se definió por medio punto de diferencia, circunstancia que alimentó la desconfianza de millones de mexicanos en la pulcritud de los procesos electorales y de las autoridades encargadas de organizarlas.
Felipe Calderón llegó profundamente cuestionado a la presidencia de la República. Desde que asumió el poder emprendió una campaña contra el narcotráfico, en medio de una crisis económica internacional agravada en lo local por la aparición de la influenza humana. Pese a la gravedad de la situación financiera del país, en pleno desarrollo de la elección nacional intermedia, predomina en el debate partidista el tema de la seguridad, la delincuencia organizada y su relación con la clase política.
Es innegable los efectos electorales de los últimos operativos de la policía federal y el ejército. La campaña presidencial contra la delincuencia va en sintonía, tomada de la mano, con la campaña publicitaria panista que espera que el apoyo ciudadano a Calderón se traduzca en votos para ellos, lo que es bastante posible.
Empero, también es cierto que la población ve con azoro la detención de autoridades priístas, panistas y perredistas, relacionadas con el narcotráfico. Este es el otra lado de la moneda. Si los mexicanos estábamos decepcionados de los gobiernos priístas y del gobierno del cambio ¿qué nos queda ahora ante un escenario en el que se demuestra a diario que la clase política, indistintamente de su color partidista, se cae a pedazos ante su propia corrupción? Nos queda el hartazgo.
No es gratuito entonces que millones de mexicanos que no se siente representados por los partidos políticos ahora estén pensando en qué hacer con su voto. Al abstencionismo tradicional y a los votos nulos por ignorancia, habrá que agregar los votos del hastío.
Nunca como hoy se había discutido tan abierta y ampliamente la posibilidad de acudir a las urnas a anular el voto como una manera de protestar contra la partidocracia mexicana. Y todo esto gracias a los dos últimos gobiernos panistas, emanados del partido de la protesta civil en defensa del sufragio.
¿Existirá aún aquella militancia panista mística del voto, de las huelgas de hambre, de las marchas, de la desobediencia civil para defender el valor del sufragio? ¿Qué pensarán de la desilusión provocada por Fox y del hartazgo promovido por Calderón?
¿Defenderán ahora la participación ciudadana responsable, que acudirá a las urnas a ejercer su derecho a votar y al mismo tiempo manifestará su insatisfacción por los candidatos promovidos por los partidos políticos?
¿Dónde estarán ahora los místicos del voto, del valor del sufragio?