domingo, 21 de diciembre de 2008

Columna Rumando

Las bengalas del 68, las bengalas de hoy
Enrique Alfaro

Con el pánico recorriéndole el cuerpo alcanzó a bajarse arrebatadamente de la plancha de la Plaza de las Tres Culturas. Aturdido, sin noción del tiempo, el estudiante de medicina intentó desesperadamente arrancar piedras a las pirámides para responder con rudimentarios proyectiles aztecas los disparos de fusil y ametralladora. Sus ojos asustados registraban la caída de decenas, de cientos de jóvenes desarmados.
Sudando copiosamente y con las rodillas lastimadas por la fuerte caída en la huída, alcanzó dificultosamente el andador ubicado al costado de la alberca de la unidad de Tlatelolco. No se detenía. En el primer piso del edificio Chiapas una mujer, afligida y providencial, abrió la puerta, como quien ofrece su corazón-refugio a sus hijos, y dejó entrar a una docena de universitarios a su departamento. Entonces tuvieron esperanza de sobrevivir, luego de soportar hora y media de ráfagas escupidas por militares y el batallón Olimpia.
El dolor físico se hizo insoportable. Le proporcionaron una venda. El dolor del alma no tenía socorro. Ninguno de los jóvenes superaba los veinte años y ya tenían las pupilas inundadas de muerte. La indignación se les escapaba por los poros: “Ahora si el pueblo se va a dar cuenta y se va a levantar”, comentaban.
Pronto escucharon que los militares registraban los departamentos contiguos. Había que desalojar para evitarle riesgo a la familia que los escondía. Pasionales e iracundos, el grupo de mozos juraron tomar el poder para cambiar a México, antes de salir a enfrentar al destino tras la puerta.
Armadas de una morraleta y dos envases de cristal, dos jóvenes estudiantes salieron a “comprar la leche” y traspasaron el cerco militar. Tras las primeras, de manera pausada, fueron saliendo de dos en dos, o solos, hasta quedar solamente el adolorido estudiante de medicina.
Antes de abandonar el refugio, comprobó que las credenciales de estudiantes estuvieran enteramente destruidas y los volantes quemados. Miró fijamente los ojos de la madre-refugio para tatuárselos por siempre en el alma y salió intentando mantenerse erguido.
Con el temor helándole la sangre descendió las gradas y se dirigió al andador. Pronto se topó con una joven mujer de aspecto humilde que cargaba un bebé y jalaba a una niña de tres años. Por instinto tomó de la mano a la chiquilla y caminó con ellos, como una familia. Superaron el cerco de militares que revisaban identificaciones de quienes que salían de la unidad.
Al llegar a la banqueta de la avenida Reforma, la señora agradeció al joven. Ironía del destino: había salvado la vida del estudiante y le daba las gracias.
Rumiando su frustración, su coraje, el estudiante zarpó a la vida transformando su indignación en compromiso, su compromiso en servicio, su servicio en amor al prójimo.
Recorrió las plazas llamando al pueblo a organizarse, marchó incansablemente. Fue fundador de partidos que finalmente llegaron al poder. El se decantó.
Ahora, a cuarenta años de sobrevivir a la matanza de Tlatelolco, el doctor Jesús Gilberto Gómez Maza, recibirá el Premio Chiapas en reconocimiento a su labor, a su vida de enseñanzas.
Hoy, el doctor Gilberto estará de nuevo en el podio con Juan José Sabines Guerrero. Esta vez no será para debatirle ideas y propuestas. Será para recibir de sus manos el máximo galardón que nuestra entidad brinda a sus hijos destacados. Hoy , a cuarenta años de las bengalas que marcaron su vida, le manifiesto al doctor Gómez Maza mi mas sincera admiración y gratitud. Que las bengalas de hoy sean de fiesta.

* El relato de los hechos del 2 de octubre de 1968 son ciertos. Están basadas en una narración que el doctor Jesús Gilberto Gómez Maza hizo de cómo sobrevivió a la matanza estudiantil, documento que conservo en mi poder.



martes, 16 de diciembre de 2008

Premio Chiapas 2008


A la izquierda, el pediatra Gilberto Gómez Maza atendiendo en su consultorio. A la derecha, observando los estragos del huracán Stan, en Huixtla, Chiapas.



Los entonces candidatos a la gubernatura del estado, Juan José Sabines Guerrero y Jesús Gilberto Gómez Maza, en el Teatro Zebadúa en San Cristóbal de Las Casas.

Columna Rumando



Jesús Gilberto: fe y ciencia
Enrique Alfaro

En mi consideración dos han sido las grandes vertientes que han forjado la persona del doctor Jesús Gilberto Gómez Maza: la religión y la política, entendida esta última como consecuencia del compromiso cristiano con los desposeídos.
Ambas, religión y política, asumidas desde una perspectiva intelectual, de compromiso con el conocimiento, aunque perezca contradictorio.
Intento explicarme:
Me atrevo a aventurar que para cristianos como Jesús Gilberto existen dos maneras de llegar a concebir la grandeza divina: El dogma religioso y la ciencia que permite, a través del estudio del origen y naturaleza de las cosas, dimensionar la inmensidad inasible de la creación. Dos maneras de llegar al mismo camino: la fe y la inquisición científica unidas en la búsqueda de la razón de la vida.
Como pediatra, Gómez Maza se consagró al ejercicio de la ciencia; Como catedrático se dedicó a la divulgación de la misma. Como político se comprometió con su fe y vive su creencia a la par de su conocimiento científico, sin contradicciones.

* * * *
Gómez Maza forjó su compromiso político al lado de uno los científicos contemporáneos más importantes de nuestro país: Heberto Castillo Martínez, líder del Partido Mexicano de los Trabajadores.
En nuestro país, el ingeniero Heberto fue conocido como un destacado dirigente de la izquierda y como un político honesto al que se le reconocía calidad moral. Sin embargo, en el extranjero, trascendía como un notable científico, que efectuó aportaciones importantes al estudio de la ingeniería y las matemáticas.
En el caso de Gómez Maza, se le reconoce como un político congruente, que ha permanecido en la lucha de sus ideales sin importarle triunfos en cargos y puestos. Se ha destacado como un profesional honorable, pero se desconoce su labor activa en la docencia y en las asociaciones de las que ha sido fundador y socio. También se desconoce, por convicción del propio pediatra, su labor social desinteresada efectuada en instalaciones de las zonas zapatistas y marginadas de Chiapas.
Quienes como Gilberto, desarrollamos nuestra labor política bajo la grande influencia de Heberto Castillo, guardamos un profundo respeto por la ciencia. Heberto puso su conocimiento al servicio de la política comprometida con las causas populares. Gilberto abrevó de eso y orientó su labor profesional al servicio de los necesitados de Chiapas.
Como científico de la salud, Gómez Maza ha participado en decenas de proyectos de salubridad pública y, a la fecha, divulga sugerencias para conseguir mejorar el nivel de vida de los chiapanecos.
Hoy celebro que a través del otorgamiento del Premio Chiapas 2008, pueda difundirse de manera suficiente sus propuestas de salud, resultado del conocimiento obtenido en el ejercicio por décadas de la pediatría, de la docencia y de sus permanentes recorridos por las zonas marginadas de la entidad.
Heberto Castillo sostenía durante su campaña presidencial que la izquierda mexicana aspiraba a gobernar y que estaba preparada. El reconocimiento al doctor Jesús Gilberto Gómez Maza demuestra que siempre estuvo capacitado para ocupar cargos de responsabilidad social. Reconocer la importancia de su labor, de sus propuestas, de sus ideas, es reconocer que triunfó culturalmente.

Gómez Maza y Heberto Castillo.

martes, 2 de diciembre de 2008

Arribotota


lunes, 1 de diciembre de 2008

Talacheando


El proceso del cartón de hoy