viernes, 19 de junio de 2009

La generación del hartazgo


Enrique Alfaro / Columna Rumando

Quienes observan con admiración el ánimo de esa nueva generación de jóvenes que mediante la Internet han puesto en la discusión nacional la anulación del voto como método de protesta contra los excesos de la actual partidocracia, advierten que podrían sufrir una grave frustración por la ingenuidad de creer que las cúpulas partidistas harán caso de un desahogo tan ruidoso como inútil.
En sentido contrario, cabe entonces advertir a la clase política mexicana de los peligros de condenar a millones de jóvenes a un desengaño civil de proporciones incalculables, que pondría inmediatamente en la mesa de discusión ya no los métodos legítimos para manifestar inconformidad, sino la viabilidad y utilidad misma de nuestra “democracia”.
Que se va a fortalecer al voto duro, se dice; que se va entregar más poder a los que se les pretende reclamar, se sostiene. Es posible. Pero nunca en la historia contemporánea de nuestro país el hartazgo había sido tan manifiesto. Nunca había ocupado tanto tiempo de nuestros analistas y tanto espacio en los medios de comunicación. Nunca una generación de jóvenes había coincidido de tal manera en su sentir sobre nuestro inoperante sistema de partidos. La propia lista de políticos que reconocen y tratan el tema con preocupación es larga.
Si al hartazgo se le responde con más cinismo, si los partidos anulan el reclamo, entonces nuestra clase política habrá cavado un abismo entre ella y la generación de mexicanos que intentan acercarse a las urnas para hacerse escuchar.
Sólo que estos jóvenes no son marginales como los que en décadas pasadas decidieron hacer la revolución. Esta nueva generación participa ya en una nueva revolución pero tecnológica, para asociarse, comunicarse y manifestarse sin fronteras internas y externas.
Ante la inmensa desventaja que representan los miles de spot que todos los días, a todas horas, los partidos nos recetan sin misericordia, los promotores del voto nulo se han impuesto desde sus casas, desde sus escuelas, desde el ciber, a través del Internet.
Esta ocasión los partidos podrían no hacerles caso, pero no los van a contener. Tendrían que detener no sólo el ánimo y talento, sino también la imaginación de quienes desean transformar su comunidad, su mundo, su propio universo. Yo apuesto por ellos.