viernes, 9 de octubre de 2009

La experiencia de las alianzas en Chiapas (II y última)




Enrique Alfaro / Columna Rumando

Sostenía que la alianza encabezada por Pablo Salazar en la que sumó una gran cantidad de franquicias partidarias ahora inexistentes, garantizó el triunfo del senador pero finalmente los aliados terminaron agarrados de la greña.
El resultado electoral de la “Alianza por Chiapas” fue óptimo. Los votos perredistas y panistas se potenciaron de manera suficiente como para superar a la maquinaria priísta. El triunfo pablista, inmediatamente después del foxista se antojaba el principio del fin del priísmo en el sureste, del “sindicato de gobernadores del sur”, como decía Pablo.
Evidentemente, el problema no fue el resultado electoral sino el gobierno que resultó. Es ahí donde está el principal problema de las alianzas de fuerzas disímbolas en lo ideológico.
Pablo Salazar inmediatamente después de su triunfo se declaró cómodamente sin partido. Dijo gobernar con todos los institutos políticos pero en los hechos se entrometió en la vida interna de todos ellos.
Los funcionarios perredistas que por estatuto debía de entregar una parte de sus sueldos a su partido se negaron a cotizar bajo el argumento de que no representaban una cuota partidista sino que habían sido nombrados por su cercanía con el gobernador electo o por su “capacidad reconocida”.
Durante todo el sexenio se negaron a cumplir administrativamente con su partido pero operaron para servir a palacio. Los perredistas en el gobierno pablista no sirvieron a su partido. Por el contrario, operaron dentro de su partido para los intereses del gobernador aunque estos fueran contrarios al avance perredista.
El gobierno de Salazar Mendiguchía sólo hizo “plural” la ingerencia de palacio en los partidos políticos. Al final del sexenio, los panistas, dolidos y traicionados, terminaron por apoyar al candidato priísta que estuvo muy cerca de triunfar.
Para los panistas y perredistas oaxaqueños e hidalguenses debe quedar muy claro que el principal problema de una alianza electoral entre ellos para superar al PRI es el gobierno que finalmente resulte. Los gobiernos “plurales” son una falacia que sólo permite a los gobernante entrometerse en la vida interna de los partidos que se suponen integran esos gobiernos.

Retrato de soñadores


Enrique Alfaro / Columna Rumando

Posar a la sombra del héroe civil es una ceremonia que les acerca al sueño recurrente que les ha caracterizado. Para el más viejo, talvez el más fornido, es un sueño pasado, cumplido, que puede añorar. Para el más joven es casi una pesadilla que le persigue, que lo acosa, una obsesión patológica que lo obliga a mostrarse, a sobreexponerse. Para el más alto, hombre maduro que confiaba en su hermano para cumplir su ilusión, ahora es casi un espejismo. Entre ellos, una mujer les disputa la quimera que ha ido construyendo en forma ascendente. Sólo uno, joven pese a sus abundantes canas, está inmerso en el ensueño que los demás codician o evocan. Sabines gobierna Chiapas, mientras los demás, la mayoría, fantasean con ver realizados sus sueños.
Al pie de la estatua del doctor Belisario Domínguez, posan para la cámara el exgobernador Absalón Castellanos Domínguez —que junto con el general Alpuche Pinzón representó la última cuota de poder que el sistema le dio al ejército mexicano—, los senadores Manuel Velasco —imberbe chamaco que aún se da trompicones—, Rubén Velazquez —que vive en la grisura de su espejismo­—, María Elena Orantes­ —soportando sus penas estoicamente y, por supuesto, quien encabeza la ceremonia conmemorativa del 96 aniversario luctuoso del héroe civil chiapaneco, el gobernador Juan José Sabines Guerrero.