jueves, 2 de diciembre de 2010


Juventud y política

Enrique Alfaro / Columna Rumando

EN TIEMPOS recientes la política chiapaneca ha registrado dos momentos trascendentes: La alternancia lograda por una amplia alianza partidista y la irrupción de una joven generación de políticos que convive sin dificultades con la vieja y viciada clase política.
Juan José Sabines Guerrero, legatario de uno de los apellidos más queridos, es el ejemplo y la más exitosa imagen de esta camada emergente que se prepara para seguir gobernando la entidad en las próximas décadas.
Sin embargo y a pesar que les distingue la juventud, difieren en estilos e imagen.
El senador Manuel Velasco Coello, por ejemplo, ha construido su figura pública exclusivamente sobre las “virtudes” de su juventud: Fue el legislador local más joven de Chiapas, el diputado federal más joven del país, el senador más joven de la nación y aspira a ser el gobernador más joven de la entidad. En contraparte poco se conoce de sus logros académicos, de su perfil intelectual y, sobre todo, de sus méritos administrativos. Es solamente un novel político exitoso, con oportunas relaciones con la vieja clase política.
Roberto Albores Gleason, es otro político emergente heredero de un apellido que no necesariamente genera apoyo y simpatía. En su currículo registra dos carreras: Economía y Ciencia Política, circunstancia que lo hace una persona preparada académicamente. Su paso por la administración pública ha tenido tropiezos y su carrera política es incipiente. Sobre su imagen pesa la figura paterna, aún cuando intenta construir la propia.
El recién desempacado Zoe Robledo, hijo del ex priísta gobernador Eduardo Robledo, ha llegado a la política local vendiendo una imagen de “intelectual” que algunos columnistas califican de arrogante y soberbia. Los primeros comentarios que ha generado su estancia en el congreso local han sido negativos, pues su personal de confianza actúa con prepotencia y petulancia. Su imagen está marcada por la de su progenitor lo que significa una contradicción con su novísima militancia política perredista. Empero es muy pronto para definirle una imagen definitiva.
Por su parte, Jaime Valls Esponda, presume apellidos vigentes en la vida pública nacional y local. El alcalde puede ser considerado el más administrador de los políticos emergentes. Su preparación académica incluye estudios en el extranjero. Su imagen pública está más sostenida en su capacidad de administración y consecución de recursos que en la de un político puro.
Sin embargo, pareciera que este perfil le es cómodo y buscado a propósito. Cuando ha tenido necesidad de hacer política al competir electoralmente ha demostrado suficiencia contra pronósticos adversos.
A sólo días de concluir su mandato como alcalde capitalino, Valls Esponda quien se negó a buscar diputaciones en las elecciones intermedias, se encuentra en la antesala de ser nombrado rector de la Universidad Autónoma de Chiapas. De esta manera cumplió su palabra de permanecer gobernando Tuxtla y, de paso, se alejó de la imagen del político arribista que no desaprovecha la primera oportunidad que se le presenta.
Más allá de la discusión sobre la autonomía y si deja de violarse ésta si se “designa a un ‘interno’ como rector”, la circunstancia innegable es que la UNACH enfrenta problemas de administración como lo han demostrado estudios de instituciones prestigiadas. Bajo esta premisa el arribo de Valls respondería a una preocupación lógica del poder.
Queda aún por analizar la insistencia del alcalde saliente de destacar sin empacho la importancia de los gobiernos “de continuidad y coordinación”. Lo que aparentemente es un error político pudiera no serlo de cara al futuro mediato. Valls ha demostrada capacidad para administrar… sobre todo sus oportunidades.