Enrique Alfaro
Tras la muerte de Juan Camilo Mouriño y la designación de Fernando Gómez Mont en la Secretaría de Gobernación, los analistas políticos dieron cuenta amplia de las tareas específicas que tenía encomendadas el malogrado político y las que deberá resolver el actual responsable de la política interior de nuestro país.
Mouriño atendió la reforma de PEMEX y encaminó la aprobación del presupuesto de egresos de la Federación, entre otros importantes encargos presidenciales, mientras que Gómez Mont deberá continuar la lucha por la seguridad nacional vulnerada por la delincuencia organizada y la próxima reforma a la administración de la justicia, sistema del que es profundo conocedor.
En su momento, la designación de Mouriño obedeció a un proyecto de inicio de sexenio y Gómez Mont a un segundo impulso tras los deslucidos primeros años. Detrás de cada designación existió toda una valoración y justificación política, un sentido de oportunidad pero, sobretodo, un proyecto a mediano y largo plazo.
En el caso de las recientes designaciones de importantes funcionarios en Chiapas, la circunstancias son las mismas: los nuevos funcionario llegan a cumplir una tarea específica, un propósito planeado, una misión con claras repercusiones en el futuro inmediato del gobierno sabinista. ¿Cuáles son lo propósitos del proyecto?, ¿Qué circunstancias se tomaron en cuenta?
Al igual que el resto de las entidades federativas, en Chiapas se inician los preparativos del proceso electoral para elegir diputados federales. La elección intermedia guarda cabal importancia porque podría marcar el próximo retorno a Los Pinos del Partido Revolucionario Institucional o el inicio de la recuperación panista luego de derrotas consecutivas desde la asunción de Felipe Calderón.
El perredismo, por su parte, se encuentra en su peor momento de preferencia electoral y la nueva dirigencia encabezada por Jesús Ortega deberá bregar contra el divisionismo natural, genético, de la izquierda que aglutina.
En ese panorama nacional de debilitamiento perredista, de aflicción panista y de fortaleza priísta, que se refleja necesariamente en nuestra realidad local, se han dado claras reacciones del sabismo.
El propio gobernador Juan José Sabines Guerrero, que construyó una excelente relación con la familia del extinto secretario Mouriño, operó un rápido acercamiento con el actual responsable de la política interior y fue el primer gobernador recibido por Gómez Mont, circunstancia nada gratuita en la política mexicana.
A la buena relación del Sabines con Calderón habrá que sumarle los puntos que le abonan el oportuno contacto con el Secretario de Gobernación que —como es sabido— no es del círculo cercano del presidente y representa una corriente panista distinta —que no contraria— a la del mandatario. Evidentemente, el propio mandatario estatal ha construido su propia interlocución directa con el panismo en el poder.
En el caso del perredismo, luego de la derrota pejista y del triunfo de los chuchos, poco servía al proyecto sabinista la interlocución de Jorge Antonio Morales Messner cuando se ha fortalecido la relación directa de Alejandro Gamboa, actual dirigente estatal perredista, con la cúpula solaztequista.
Evidentemente, el exsecretario de Gobierno limitaba sus márgenes de operatividad política en el presente proceso electoral por su destacada condición de perredista y por sus obvias y legítimas aspiraciones políticas.
Pero más allá de estas condiciones, es imposible olvidar que Morales Messner fue un hombre cercanísimo al exmandatario Pablo Salazar Mendiguchía e importante operador, junto con Herrán Salvatti, del gobierno del mismo.
Si el actual mandatario se propone evitar la intromisión anunciada de Salazar y de Salvatti, en las elecciones que transcurren, era inevitable el reemplazo de Morales Messner. No se corrió el riesgo de poner a prueba su lealtad al sabinismo, no era necesario. Se optó por nombrar a un político con mayor interlocución con el priísmo, con el panismo y con la propia Secretaría de Gobernación.
Además, el nombramiento mismo del actual Secretario General de Gobierno, Noé Castañón León, fue un mensaje claro para Salazar Mendiguchía y Herrán Salvatti, quienes acosaron y persiguieron al primero cuando ocupaba la presidencia del Tribunal Superior de Justicia del Estado.
Castañón es un jurisconsulto destacado que regresa a Chiapas en momentos en que avanza las averiguaciones previas por los millonarios desvíos de recursos en la administración salazarista, luego de la devastación provocada por el huracán Stan. Los mensajes tras las designaciones son claros para sus destinatarios.
De cara al proceso electoral federal, Juan Sabines tomó decisiones para consolidar su interlocución con el panismo, el priísmo y el perredismo. También para evitar la intromisión pablista en la política local. En mi consideración este pareciera ser el proyecto detrás de las designaciones. Al tiempo.
viernes, 21 de noviembre de 2008
* El proyecto detrás de las designaciones (columna Rumando)
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Juan Sabines Felipe Calderon,
Noé castañón
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