Enrique Alfaro
El tema de la gobernabilidad en Chiapas se encuentra presente en las discusiones derivadas de los recientes sucesos políticos. Desde las extrañas particularidades del informe de gobierno sabinista, del anónimo cibernético, de los despidos sorpresivos de integrantes del gabinete, hasta las detenciones de funcionarios del pasado gobierno salazarista, la conclusión es la misma: la gobernabilidad en Chiapas está en juego.
Analizados los hechos desde distintas ópticas, se aventura conclusiones encontradas, que van desde la interrupción del gobierno sabinista hasta el fortalecimiento del mismo, mencionándose —incluso— la integración del mandatario estatal al gabinete calderonista. Todo lo anterior enmarcado en el inicio del proceso electoral federal que transcurre.
Los hechos demostraron que la esperada acometida salazarista no se dio en la coyuntura del informe sino semanas después de transcurrido este. El embate en forma de anónimo cibernético transcurrió con resultados discutibles. La aceptación de Sabines Guerrero entre la población urbana y rural parece no haber sufrido daño. La idiosincrasia de los mexicanos y chiapanecos es tan particular que en ocasiones las víctimas del escarnio son receptoras del apoyo popular, pasivo o movilizado, cuando el agresión es interesada y proviene de otros personajes del poder. Andrés Manuel López Obrador puede hablar mucho de ello.
Lo anterior obligó a dar nuevos pasos en la depuración del gabinete, del que fueron retirados colaboradores y familiares de los ex gobernadores Pablo Salazar Mendiguchía y Roberto Albores Guillén. Esta circunstancia permitió que se hablara de un distanciamiento del actual mandatario con sus antecesores en vísperas del proceso de selección de candidatos a diputados federales, reconociéndoseles a los ex gobernadores un poder político real o ficticio que se vería enfrentado al de Juan José Sabines Guerrero.
Sabines esta quedándose solo, se dijo. Y hasta se incluía en el enfrentamientos a grupos encabezados por aspirantes priístas a la gubernatura, como es el caso de Jesús Alejo Orantes.
Bajo esta versión, Pablo Salazar, Roberto Albores, José Antonio Aguilar Bodegas, engrosaban la lista de los políticos enfrentados con Sabines. Del otro lado se anotaba a Sami David y Manuel Velasco en apoyo condicionado al actual mandatario.
Quienes dicen conocer la “real política” sostienen que la cercanía de Sabines Guerrero con Felipe Calderón obedece a búsqueda de fortaleza en la institución presidencial o de una salida al integrarse a su gabinete.
En lo personal me parece esta una versión local limitada. Una visión más completa tendría que escudriñar en el abanico de relaciones nacionales del mandatario.
Nadie puede negar la relación de Sabines con Calderón y el actual secretario de Gobernación, como tampoco se puede ignorar que desde muy joven Juan José mantiene trato amistoso con Beatriz Paredes, actual líder nacional priísta.
La cercanía del gobernador chiapaneco con Jesús Ortega, dirigente del PRD, es comentada incluso por la prensa nacional y Sami David es un importante puente con el líder senatorial Manlio Favio Beltrones. Los hilos de la gobernabilidad parecieran estar atendidos.
El poder que se le concede a los ex gobernadores es incierto como el distanciamiento real con algunos de ellos.
Pese a los avances democráticos en nuestro país, los gobernadores más que los presidentes de la republica son factores de poder real que influyen determinantemente en los triunfos electorales. El PRI sabe que el éxito de sus candidatos a diputados depende en gran medida de sus alianzas con los gobernantes de las entidades y actúa en consecuencia. Roberto Albores Gleason será candidato del tricolor y no lo veo haciendo campaña enfrentado con Sabines Guerrero sino por el contrario.En lo personal no me incomoda que Sabines Guerrero tome distancia de grupos que ya gobernaron y que reclaman interesadamente experiencia en la función publica. Hablan de que no se debe improvisar y de la necesaria experiencia de los funcionarios, pero precisamente han sido ellos quienes cuando estuvieron en el poder no supieron gobernar con eficiencia y eficacia. Pero la “real política” obliga a lo posible en lugar de lo deseable.
El tema de la gobernabilidad en Chiapas se encuentra presente en las discusiones derivadas de los recientes sucesos políticos. Desde las extrañas particularidades del informe de gobierno sabinista, del anónimo cibernético, de los despidos sorpresivos de integrantes del gabinete, hasta las detenciones de funcionarios del pasado gobierno salazarista, la conclusión es la misma: la gobernabilidad en Chiapas está en juego.
Analizados los hechos desde distintas ópticas, se aventura conclusiones encontradas, que van desde la interrupción del gobierno sabinista hasta el fortalecimiento del mismo, mencionándose —incluso— la integración del mandatario estatal al gabinete calderonista. Todo lo anterior enmarcado en el inicio del proceso electoral federal que transcurre.
Los hechos demostraron que la esperada acometida salazarista no se dio en la coyuntura del informe sino semanas después de transcurrido este. El embate en forma de anónimo cibernético transcurrió con resultados discutibles. La aceptación de Sabines Guerrero entre la población urbana y rural parece no haber sufrido daño. La idiosincrasia de los mexicanos y chiapanecos es tan particular que en ocasiones las víctimas del escarnio son receptoras del apoyo popular, pasivo o movilizado, cuando el agresión es interesada y proviene de otros personajes del poder. Andrés Manuel López Obrador puede hablar mucho de ello.
Lo anterior obligó a dar nuevos pasos en la depuración del gabinete, del que fueron retirados colaboradores y familiares de los ex gobernadores Pablo Salazar Mendiguchía y Roberto Albores Guillén. Esta circunstancia permitió que se hablara de un distanciamiento del actual mandatario con sus antecesores en vísperas del proceso de selección de candidatos a diputados federales, reconociéndoseles a los ex gobernadores un poder político real o ficticio que se vería enfrentado al de Juan José Sabines Guerrero.
Sabines esta quedándose solo, se dijo. Y hasta se incluía en el enfrentamientos a grupos encabezados por aspirantes priístas a la gubernatura, como es el caso de Jesús Alejo Orantes.
Bajo esta versión, Pablo Salazar, Roberto Albores, José Antonio Aguilar Bodegas, engrosaban la lista de los políticos enfrentados con Sabines. Del otro lado se anotaba a Sami David y Manuel Velasco en apoyo condicionado al actual mandatario.
Quienes dicen conocer la “real política” sostienen que la cercanía de Sabines Guerrero con Felipe Calderón obedece a búsqueda de fortaleza en la institución presidencial o de una salida al integrarse a su gabinete.
En lo personal me parece esta una versión local limitada. Una visión más completa tendría que escudriñar en el abanico de relaciones nacionales del mandatario.
Nadie puede negar la relación de Sabines con Calderón y el actual secretario de Gobernación, como tampoco se puede ignorar que desde muy joven Juan José mantiene trato amistoso con Beatriz Paredes, actual líder nacional priísta.
La cercanía del gobernador chiapaneco con Jesús Ortega, dirigente del PRD, es comentada incluso por la prensa nacional y Sami David es un importante puente con el líder senatorial Manlio Favio Beltrones. Los hilos de la gobernabilidad parecieran estar atendidos.
El poder que se le concede a los ex gobernadores es incierto como el distanciamiento real con algunos de ellos.
Pese a los avances democráticos en nuestro país, los gobernadores más que los presidentes de la republica son factores de poder real que influyen determinantemente en los triunfos electorales. El PRI sabe que el éxito de sus candidatos a diputados depende en gran medida de sus alianzas con los gobernantes de las entidades y actúa en consecuencia. Roberto Albores Gleason será candidato del tricolor y no lo veo haciendo campaña enfrentado con Sabines Guerrero sino por el contrario.En lo personal no me incomoda que Sabines Guerrero tome distancia de grupos que ya gobernaron y que reclaman interesadamente experiencia en la función publica. Hablan de que no se debe improvisar y de la necesaria experiencia de los funcionarios, pero precisamente han sido ellos quienes cuando estuvieron en el poder no supieron gobernar con eficiencia y eficacia. Pero la “real política” obliga a lo posible en lugar de lo deseable.
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