miércoles, 1 de abril de 2009

Real política: Un escenario competido favorece a los gobernadores

Enrique Alfaro / Columna Rumando

Medios nacionales dieron a conocer encuestas recientes en las que se registra un notable descenso de las preferencias electorales del Partido Revolucionario Institucional, lo que ubica a este instituto político en empate técnico con el Partido Acción Nacional, de cara a la elección intermedia en la que habrán de elegirse a quienes conformaran la nueva legislatura de la Cámara Federal de Diputados.
De mantenerse la tendencia, la competencia se concentraría entre el PRI y el PAN, en detrimento del Partido de la Revolución Democrática, pero sobre todo en quebranto del movimiento de Andrés Manuel López Obrador.
Ciertamente faltan aún tres largos meses para llegar a la jornada electoral y las campañas electorales, de manera formal, aún están por empezar. Sin embargo, podemos atisbar un escenario altamente competido entre los candidatos del tricolor y los albiazules.
Atrás parecen quedar las encuestas enteramente favorables a los candidatos del PRI que celebraban estar en la antesala de su regreso al poder. Si hace un mes se hubieran celebrado las elecciones ningún poder fáctico, ninguna intervención de la presidencia de la República ó campaña negativa del PAN habrían podido detener el triunfo contundente del los priístas. Pero ese escenario parece haber sido superado.
Ahora la tendencia permite avizorar una elección competida distrito por distrito, voto por voto. Este contexto, en mi consideración, es el más favorable para los ejecutivos de las entidades federativas, quienes se han constituido en los nuevos líderes y caciques de los partidos políticos. Lo aceptemos o no, los gobernadores son los nuevos y verdaderos actores del escenario político nacional.


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Según establece el calendario electoral fue superada la etapa de precampañas y los partidos han confirmado sus candidaturas por distritos de mayoría e, incluso, por listados de representación nacional. En este periodo los gobernadores de los distintos partidos promovieron a sus alfiles o intentaron bloquear candidaturas que no le eran gratas. Las direcciones nacionales favorecieron o se enfrentaron a los designios de los gobernantes. Algunos lograron sus propósitos, otros se quedaron a rumiar momentáneamente su derrota. No existen suficientes candidaturas para darles gusto a todos los ejecutivos estatales que, como buenos animales políticos, defienden el derecho a decidir sobre lo que consideran su territorio, su coto.
Contra sus propias dirigencias, contra los grupos que ya se construyen alrededor de los precandidatos a la presidencia de la república, contra los exgobernadores y enemigos políticos, los mandatarios estatales enfrentaron los procesos de elección de los candidatos a diputados, pero no se limitaron al campo de influencia de su militancia política.
En México, la real política demuestra que los gobernantes no tienen empacho en influir en las designaciones de todos los institutos políticos. Por ejemplo, no existe castigo ni limitante para los políticos “chapulines” que buscan hacerse de candidaturas sin importar los colores partidistas porque cuentan con la “bendición oficial” de tal o cual político importante.

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Los asesores recomiendan “no poner todos los huevos en una canasta”, lección que acepta gustosa nuestra clase política. Al final de la selección de candidatos, nuestros gobernantes darwinianos deciden por su selección natural pluripartidista, que depende de muchas circunstancias políticas en las que se toma en cuenta desde simples venganzas políticas hasta “quedar bien” con el presidente en turno.
Es difícil cambiar el resultado de una elección que esta definida de antemano por una marcada preferencia electoral a favor de un partido, por lo que una elección muy competida permite que los gobernantes de los estados puedan cargar la suerte y definir el resultado.

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“El gobernador siempre gana” me sostenía sonriente un amigo cercano a Pablo Salazar cuando yo sugería que los triunfos de candidatos del PRI le significaban una derrota.
Pablo –me explicaba– mantiene contratada una empresa profesional que cada semana le entrega encuestas que revelan como se van definiendo las preferencias del electorado por los candidatos. “Si su gallo, independientemente del partido por el que vaya, se mantiene bien posicionado, le mete el hombro y garantiza su triunfo”.
Otro escenario era: “Si avanzada la campaña su candidato no tiene posibilidades de ganar, entonces llama al que encabeza las preferencias, le ofrece apoyo y le garantiza su triunfo. De esta manera terminan creyendo que su éxito se debe al gobernador y quedan comprometidos con el, sin importar que sean de un partido contrario”.
Y más: “En el caso de un distrito de la costa, el candidato panista de Pablo no tenía posibilidades de ganar el distrito debido a que los aspirantes a alcaldes por ese mismo partido iban a perder en la competencia municipal. Entonces el gobernador lo llamó, le mostró los resultados de las encuestas, lo instruyó y lo regresó a ganar.
“Platica con los candidatos a alcaldes del PRI, ofréceles mi apoyo a través tuyo. Consigue que promuevan el voto cruzado. Es la única manera de que ganes”.
Y ciertamente, ganó. Para los perspicaces resultó “curioso” que todos los candidatos a alcaldes panistas perdieron en ese distrito, excepto el candidato pablista a diputado. La instrucción había sido cumplida a cabalidad, teniendo información privilegiada y el “calor de palacio”.

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Insisto, en un escenario de competencia reñida, los gobernadores se constituyen, en gran medida, en la balanza que decide. La fidelidad partidista, ideológica, queda supeditada a la coyuntura política. Hay quienes prefieren quedar bien con el Presidente de la República antes que con su partido. Son cosas de la real política, donde lo inimaginable es posible.

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