Ningún otro partido como Acción Nacional fundó su doctrina en la defensa acérrima del voto ciudadano, libre y efectivo. Sin embargo, los dos primeros gobiernos panistas en la presidencia de la República pasarán a la historia por convertir el voto de los mexicanos en desilusión y hartazgo.
Vicente Fox, como ningún otro mandatario, logró acabar con la “esperanza del cambio” luego de ser electo presidente. Su frivolidad e incultura llegó a extremos groseros y ofensivos. Su aventura ranchera terminó donde no debería haber salido.
Al final del gobierno foxista los mexicanos desilusionados enfrentamos una elección polarizada, que se definió por medio punto de diferencia, circunstancia que alimentó la desconfianza de millones de mexicanos en la pulcritud de los procesos electorales y de las autoridades encargadas de organizarlas.
Felipe Calderón llegó profundamente cuestionado a la presidencia de la República. Desde que asumió el poder emprendió una campaña contra el narcotráfico, en medio de una crisis económica internacional agravada en lo local por la aparición de la influenza humana. Pese a la gravedad de la situación financiera del país, en pleno desarrollo de la elección nacional intermedia, predomina en el debate partidista el tema de la seguridad, la delincuencia organizada y su relación con la clase política.
Es innegable los efectos electorales de los últimos operativos de la policía federal y el ejército. La campaña presidencial contra la delincuencia va en sintonía, tomada de la mano, con la campaña publicitaria panista que espera que el apoyo ciudadano a Calderón se traduzca en votos para ellos, lo que es bastante posible.
Empero, también es cierto que la población ve con azoro la detención de autoridades priístas, panistas y perredistas, relacionadas con el narcotráfico. Este es el otra lado de la moneda. Si los mexicanos estábamos decepcionados de los gobiernos priístas y del gobierno del cambio ¿qué nos queda ahora ante un escenario en el que se demuestra a diario que la clase política, indistintamente de su color partidista, se cae a pedazos ante su propia corrupción? Nos queda el hartazgo.
No es gratuito entonces que millones de mexicanos que no se siente representados por los partidos políticos ahora estén pensando en qué hacer con su voto. Al abstencionismo tradicional y a los votos nulos por ignorancia, habrá que agregar los votos del hastío.
Nunca como hoy se había discutido tan abierta y ampliamente la posibilidad de acudir a las urnas a anular el voto como una manera de protestar contra la partidocracia mexicana. Y todo esto gracias a los dos últimos gobiernos panistas, emanados del partido de la protesta civil en defensa del sufragio.
¿Existirá aún aquella militancia panista mística del voto, de las huelgas de hambre, de las marchas, de la desobediencia civil para defender el valor del sufragio? ¿Qué pensarán de la desilusión provocada por Fox y del hartazgo promovido por Calderón?
¿Defenderán ahora la participación ciudadana responsable, que acudirá a las urnas a ejercer su derecho a votar y al mismo tiempo manifestará su insatisfacción por los candidatos promovidos por los partidos políticos?
¿Dónde estarán ahora los místicos del voto, del valor del sufragio?
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