Enrique Alfaro
Alfonso Grajales Burguete, hijo de don Gervasio, dirigía en los años noventa el diario popular Es!, entonces el periódico de mayor circulación en la capital. Poncho me había contratado para modernizar la publicación que dejaría de imprimirse en prensa plana para editarse en offset.
Para el nuevo diseño se compraron computadoras en las que se resolvía enteramente la producción de originales mecánicos. Yo, que ocupaba el pomposo cargo de jefe de producción, era principalmente el responsable del diseño. Sergio Emilio Espinosa fungía como subdirector y, en ausencia del director, resolvía la edición.
Una de tantas ocasiones, Sergio Emilio, Alfonso y yo nos encontramos al medio día en las instalaciones del Es!, para recoger ejemplares del día. Luego de una breve charla, Poncho nos miró maliciosamente y nos propuso continuar la plática en el bar “Doña Mechita”, con el único propósito de deleitarnos con unas botanitas acompañadas de cerveza fría. La proposición fue aceptada, pero advertimos que regresaríamos temprano de la tarde para iniciar la edición del día.
Instalados en “La Mechita”, las horas transcurrieron con rapidez. Sergio Emilio fue el primero en advertir que se retiraba para dirigirse a sus labores en el periódico. Alfonso lo convenció de permanecer un rato más para que nos retiráramos juntos. El segundo en insinuar que abandonaba la mesa para irse a trabajar fui yo. Nuevamente, Alfonso convenció de permanecer un rato más.
El atardecer llegó de prisa y el trío de comensales permanecían felices, cada vez más eufóricos. El mayor de todos, Sergio Emilio, recordó que la edición se estaba atrasando por lo que era buena hora para emprender la retirada. Alfonso Grajales, a quién apodaban El Coleto, molesto nos recordó que el era el dueño del Diario Popular y que “si se le pegaba la gana” no salía la edición del día siguiente. La orden del director era permanecer acompañándolo hasta la hora que él considerara conveniente. Sergio y yo, resignados, nos dispusimos a continuar la velada con más entrega. “Ni modos, el día de mañana no circula el Es!”, dijimos.
Como era de preverse, la noche fue larga y agónico el amanecer del día siguiente. Me despertó una llamada del subdirector, Sergio Emilio, para advertirme:
–Alfonso está muy enojado.
–¿Conmigo?,¿Con nosotros?, repuse penosamente.
–No, pero te puedo decir que la edición del Es! sí salió y ya está circulando.
–¿Cómo?,¿quién la hizo…?, balbucié.
Media hora después, nos encontrábamos nuevamente reunidos en las instalaciones del periódico, donde me enteré que los hijos de Alfonso, actuales directivos del diario, habían logrado resolver la edición en ausencia de nosotros.
Al leer la primera plana entendí de golpe la molestia de Alfonso. En la breve sección de “Espinacas por Popeye” se leía: Con esos director, subdirector y jefe de producción… pa´que pictes ¡Seco el elotazo!
En el propio periódico se había ventaneado a los directivos.
Ellos-otros-yo…
A Arit, ahora que tiene fruto
Estoy cierto que Dios ama a los locos
que entregan su amor sin medida
y sin condición
Que se enajenan por amor a otro, a otros
Estoy loco por esos otros que no existirían sin mí
porque siendo mi sangre, mi alma...
son distintos..
Porque cuando yo no esté
viviré en ellos,
por siempre...
Porque siendo mi fruto
deseo verlos desprenderse de mi
para dejar de ser yo… y ser lo mismo:
Ellos-otros-yo
Estoy loco por amor a esos otros
Por el futuro cierto que me espera con ellos
Porque no habrá arrepentimiento... No
Estoy loco, idiota, estúpido... estoy lúcido
Vivo el juicio de mi condena y la acepto...
Jamás habré de arrepentirme...
A mi lado, mis hijos y Dios
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