Enrique Alfaro
Luego de décadas de bregar en la poesía, de recorrer la selva y las montañas para explorar senderos literarios, de escuchar atentamente al jaguar y al saraguato que continúan rugiendo en sus versos, Wlbester Alemán Farrera descubrió que era posible recrear gráficamente a los seres que habitan sus veredas.
Me consta que se topó tímidamente con la tinta y sin más herramientas que sus dedos y unos palillos, comenzó a liberar de su memoria la increíble fantasía que mora los montes y selvas de su inspiración.
Como continuación de su poesía, los dibujos a tinta fueron brotando y tras los animales míticos emergieron personajes de linaje real, gobernantes de hombres verdaderos, súbditos del inframundo maya.
He visto desfilar esos seres de un mundo oscuro, llenos de plumas y sombras, de líneas y matices, protagonistas de una realidad que sólo corresponden a la visión de un poeta que vive en la ciudad añorando su estancia en el campo, donde el olor a tierra prevalece, donde la vegetación lo inunda todo, donde la memoria de los tiempos se funde con el horizonte.
Wlbester vive su incomodidad con el mundo y se refugia en su inquietud creativa. Su palabra se ha vuelto tinta y también color. Esas imágenes que revoloteaban en su mente, esas metáforas plasmadas en sus versos, ahora cobran vida con sangre de tinta. No siendo esto suficiente, la tinta ahora se baña de colores primarios que intentan describir lo que la palabra ha abarcado en su poesía.
Wlbester, el inconforme con la vida, se crece al castigo. La tinta ha dado paso a la pintura en la misma búsqueda de explicarse el sentido de una existencia complicada. Desde que partió de hogar materno, desde que enfrentó la muerte de su otra mitad, a continuado tropezando con su necedad de ser el poeta que canta a la selva y a la montaña.
El poeta que es habita la jungla desde su escondrijo de concreto, donde ve pasar el abandono y sobrevive aferrado a su vocación creativa. Sólo la palabra, la tinta y la pintura le nutren en tiempos de deserciones.
Ahora Wlbester Alemán Farrera se ha decidido a compartir su mundo. No ha cargado más equipajes que sus cuadros con los que ha partido a Jovel. Lleva también su palabra y pretende compartirla con otros, con otras palabras.
Luego de décadas de bregar en la poesía, de recorrer la selva y las montañas para explorar senderos literarios, de escuchar atentamente al jaguar y al saraguato que continúan rugiendo en sus versos, Wlbester Alemán Farrera descubrió que era posible recrear gráficamente a los seres que habitan sus veredas.
Me consta que se topó tímidamente con la tinta y sin más herramientas que sus dedos y unos palillos, comenzó a liberar de su memoria la increíble fantasía que mora los montes y selvas de su inspiración.
Como continuación de su poesía, los dibujos a tinta fueron brotando y tras los animales míticos emergieron personajes de linaje real, gobernantes de hombres verdaderos, súbditos del inframundo maya.
He visto desfilar esos seres de un mundo oscuro, llenos de plumas y sombras, de líneas y matices, protagonistas de una realidad que sólo corresponden a la visión de un poeta que vive en la ciudad añorando su estancia en el campo, donde el olor a tierra prevalece, donde la vegetación lo inunda todo, donde la memoria de los tiempos se funde con el horizonte.
Wlbester vive su incomodidad con el mundo y se refugia en su inquietud creativa. Su palabra se ha vuelto tinta y también color. Esas imágenes que revoloteaban en su mente, esas metáforas plasmadas en sus versos, ahora cobran vida con sangre de tinta. No siendo esto suficiente, la tinta ahora se baña de colores primarios que intentan describir lo que la palabra ha abarcado en su poesía.
Wlbester, el inconforme con la vida, se crece al castigo. La tinta ha dado paso a la pintura en la misma búsqueda de explicarse el sentido de una existencia complicada. Desde que partió de hogar materno, desde que enfrentó la muerte de su otra mitad, a continuado tropezando con su necedad de ser el poeta que canta a la selva y a la montaña.
El poeta que es habita la jungla desde su escondrijo de concreto, donde ve pasar el abandono y sobrevive aferrado a su vocación creativa. Sólo la palabra, la tinta y la pintura le nutren en tiempos de deserciones.
Ahora Wlbester Alemán Farrera se ha decidido a compartir su mundo. No ha cargado más equipajes que sus cuadros con los que ha partido a Jovel. Lleva también su palabra y pretende compartirla con otros, con otras palabras.
¡Que se haga el color!¡que comparta su cosmos!
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