Columna Rumando / Enrique Alfaro
No es literatura pero a toda la milenaria legión de espantos y fantasmas que atemorizan a los moradores de este confín del mundo, habrá que agregarles uno que con cierta regularidad da asomo de su existencia incorpórea.
Dicen que en vida acumuló millones de monedas mal habidas arrancadas del sufrimiento de los habitantes de las planicies bañadas por el mar y de las altas montañas donde se atestan las nubes.
Por cada cofre de brillante dinero acumulado, llenaba a la vez grandes arcas de bajos sentimientos, donde el odio y la animadversión eran los más comunes.
Este espectro regordete, de ojos cansinos y cejas caídas, creció alimentado por su propia iracundia que invariablemente lo rebasaba.
Irascible y manipulador, egocéntrico y bonapartista, era posible descubrirle la perversidad tras sus finos y transparentes lentes.
Zalamero con el señor de las botas y déspota con los débiles, imponía temor antes que respeto.
Hoy su nahual soyalteco vuelve a rondar los senderos urbanos y rurales de Chiapas, en busca de los caminos de poder que añora volver a transitar.
Dicen que es posible percibirlo tras la tinta de algunas publicaciones, ya sea por falsa imploración o por su indudable ponzoña.
Lo cierto es que antes y después de cada informe de gobierno sabinista es posible descubrirlo que ronda puntual ¿Usted ya lo vio?
Posdata: por cierto, este fantasma sabe de Internet y de anónimos cibernéticos.
No es literatura pero a toda la milenaria legión de espantos y fantasmas que atemorizan a los moradores de este confín del mundo, habrá que agregarles uno que con cierta regularidad da asomo de su existencia incorpórea.
Dicen que en vida acumuló millones de monedas mal habidas arrancadas del sufrimiento de los habitantes de las planicies bañadas por el mar y de las altas montañas donde se atestan las nubes.
Por cada cofre de brillante dinero acumulado, llenaba a la vez grandes arcas de bajos sentimientos, donde el odio y la animadversión eran los más comunes.
Este espectro regordete, de ojos cansinos y cejas caídas, creció alimentado por su propia iracundia que invariablemente lo rebasaba.
Irascible y manipulador, egocéntrico y bonapartista, era posible descubrirle la perversidad tras sus finos y transparentes lentes.
Zalamero con el señor de las botas y déspota con los débiles, imponía temor antes que respeto.
Hoy su nahual soyalteco vuelve a rondar los senderos urbanos y rurales de Chiapas, en busca de los caminos de poder que añora volver a transitar.
Dicen que es posible percibirlo tras la tinta de algunas publicaciones, ya sea por falsa imploración o por su indudable ponzoña.
Lo cierto es que antes y después de cada informe de gobierno sabinista es posible descubrirlo que ronda puntual ¿Usted ya lo vio?
Posdata: por cierto, este fantasma sabe de Internet y de anónimos cibernéticos.
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