Jorge Alfaro
La teoría de los mundos paralelos plantea la posibilidad de realidades alternas infinitas donde todo es posible. Esto lo comento porque el año pasado mi abuelita paterna Victoria del Carmen, profesora jubilada de más de 90 años que se caracterizaba por su mente ágil y su memoria de elefante, se vio muy grave debido a una infección en los riñones que la mantuvo al borde de la muerte y sólo por su inmenso deseo de vivir, contra todo pronóstico, se recuperó paulatinamente… digamos en circunstancias distintas.
Después de ser dada de alta su recuperación fue lenta y físicamente total. En la casa donde ha vivido los últimos tres años, se le proporcionaron los medicamentos y cuidados necesarios hasta que a su rostro regresaron las expresiones de alegría y severidad que le caracterizan.
Un día en que la observábamos enteramente recuperada y un poco atareada, nos enteró de su propósito de irse a “su casa”. Su maleta preparada confirmaba su propósito firme de viajar, circunstancia que tomamos con cierta gracia.
Al paso de los días su insistencia se volvió preocupación familiar. Los doctores consultados nos explicaron que su mente había quedado con algún tipo de lesión que provocaba sus confusiones, sumado esto a la decadencia propia de su edad. Todos aceptamos la explicación y nos ocupamos de estar pendientes de su comportamiento.
Las cosas empeoraron cuando mi abuela no sólo insistía en que esa no era su casa sino que debía irse a su “rancho” para darle de comer a sus “animalitos”: perro, gallinas, chivos, etcétera.
Intrigados por las preocupaciones de mi abuela, que nos había acostumbrados a las historias puntuales sobre su vida y la de sus ancestros, preguntamos sobre ello a mi madre que pasó prácticamente toda su vida al lado de ella, desde la adolescencia en que se casó con mi padre. Mi mamá nos aclaró que mi abuela nunca tuvo rancho y que además a ella no le gustaban los animales, por lo que jamás crió perro ni gallinas, menos chivos y otro tipo de ganado.
Desde entonces con el mejor de los tonos le explico a mi anciana que la casa que habita es “su casa” y que no existen los animales que le preocupan. Ella llora y me rompe el corazón cuando me responde que todos somos muy malos y que nos proponemos enloquecerla, que debemos llevarla a “su casa, a su rancho”. Y no encuentro manera de complacerla.
Así, todos los días se baña y arregla muy temprano, prepara su maleta con sus cosas más preciadas y penosamente camina para salir de la casa, cruza el patio hasta llegar con dificultad a la banqueta y espera cual Penélope. Entonces alguno de sus nietos la toma de los brazos y la regresa prometiéndole que más tarde la llevará a su casa imaginaria, a su mundo campestre…
Me pregunto si en algún universo paralelo existirá una viejita con un perro al que no reconoce, con gallinas que no podrá atender y chivos que no le interesan, sorprendida y desesperada por regresar a su casa en la ciudad.
Sólo le pido a Dios que de ser esto posible sus nietos y familiares le tengan paciencia y la quieran como sus nietos de aquí.
¿Cuántas enfermedades mentales se explicarían y tendrían sentido de ser posible esto?
¿Cuántas personas estarán perdidas en otras realidades?
¿Yo mismo estaré perdido?
¿Todos estaremos perdidos?
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Que tal Enrique, cómo estás?
Acabo de leer muy detenidamente lo que acontece a tu familia y a tí por supuesto, yo que conocí un poco a tu familia, a tu papá que fué mi profesor, a tu mamá que la recuerdo con mucho cariño y a tu abuelita Doña Victoria del Carmen, me apena saber que esta un poco malita de salud, quiero decirte que se como te sientes, animo hombre la vida es así y no nos queda otra opción mas que apoyar a nuestros seres queridos.
Por favor saludame a tu familia y por su puesto a tu señora madre y abuelita.
Eduardo Luna.
P.D. Te has ganado una admiradora aquí en Xalapa, ella también te ha leído.
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De: Jesús Gilberto Gómez Maza
Estimado Enrique: es interesante tu narración. Si es verdadera -como creo- es vertiente de una gran historia o novela, si así lo quieres. Es cuestión de que te sientes una media hora diaria a que te narre desde en donde queda su rancho, a que municipio pertenece, etcétera... y puedes llenar esas lagunas de su mente, y de la nuestra, le darías cause a su imaginación y lo otro ya es parte de las ciencias de la psicología... o de la metafísica, o de las ciencias teológicas, inescrutables e inentendibles para los neófitos o "villamelones de la tauromaquia parasicológica"
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Aclaración del bloguero: Normalmente los textos e ilustraciones que aparecen en este espacio son de mi autoría, pero en esta ocasión la narración “Mi abuela y los mundos paralelos” es original de mi hermano mayor Jorge Jaime Alfaro Santos, arquitecto de profesión y narrador de ocasión. La historia es cierta y me hubiera gustado relatarla yo, pero se me adelantó. Quienes conocen a mi familia saben que es un matriarcado encabezado por mi abuela paterna y que a la fecha las reuniones y festejos se hacen en torno a ella. Dios nos la sigue prestando y su lucidez permanece la mayor parte del tiempo, excepto en los ratos en que habita su “otro mundo”. Mantiene su carácter duro, con el que ha sobrevivido la muerte de su único hijo (mi padre) y de algunos de sus hermanos menores. En Arriaga, mi pueblo natal, mi abuela instruyó decenas de generaciones de estudiantes de primaria que al crecer mandaron a sus hijos y a sus nietos para ser educados por ella. Ya narraré más de mi abuela y de la inmensa influencia que tuvo en mí. Agradezco los comentarios que me hacen llegar, los tomaré en cuenta.
Enrique Alfaro
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