Enrique Alfaro / Columna Rumando
La política produce de manera natural un egocentrismo en nuestros gobernantes. Sin embargo, muchos de nuestros políticos sufren además de una marcada egolatría.
Egocentrismo y egolatría, son condiciones parecidas pero distintas. Como bien dice Leticia Montaner: “Ser ególatra es cuestión de jerarquía: estoy por encima de los demás. Ser egocéntrico es cuestión de eje: yo soy yo y alrededor de mí giran los demás. El primero se ubica en un plano vertical: debajo de mí está el resto de la humanidad; el segundo en un plano horizontal: en torno a mí orbitan los otros”.
En Chiapas hemos tenido gobernantes marcadamente ególatras. José Patrocinio González Garrido y Pablo Abner Salazar Mendiguchía, por ejemplo, presumían su inteligencia al grado de venerarse así mismos y consideraban que esa condición los ubicaba por encima de todos. Sus funcionarios eran simples empleados e imponían miedo antes que respeto. Se caracterizaban por la hipersensibilidad a la crítica y se ofendían cuando alguien se atrevía a juzgarlos.
Juan José Sabines Guerrero pareciera más cercano al egocentrismo que en nuestro país es una condición natural de nuestros gobernantes, empero a diferencia de los ex mandatarios mencionados considero que la egolatría no es una de sus características.
Durante sus gobiernos, Patrocinio y Pablo, fueron el centro en torno al cual giraba la política, como lo es ahora con Juan José, y como ha sido con todos los anteriores gobernantes. La clase política orbita siempre en torno a polos de poder y en nuestro país los gobernadores se han constituido en ejes que ganan fuerza en demerito del vértice presidencial.
Pero más allá de esa condición, existen particularidades en la forma de gobernar que son dictadas por el funcionamiento mental de los mandatarios.
Por ejemplo, como políticos Pablo Salazar y Juan José Sabines son necesariamente ambiciosos, lo que no es criticable, pero en asuntos de vanidad y exhibicionismo se les conoce una diferencia notable.
En cuestiones de manifestación de sentimientos afectivos, Pablo enfrentó una soterrada desavenencia familiar lo que habla de su dificultad para identificar características propias, identificadoras, en otras personas. Juan, presume a sus hijos con frecuencia y es sabido que tiene en su esposa una consejera a la que escucha y hace caso. Pero dejemos las cuestiones privadas que inciden en sus personalidades para hablar de condiciones públicas.
Pablo se caracterizó por su irascibilidad, actitud rencorosa y vengativa. Sus propios hermanos le apodaban “el mecha corta”. Juan pareciera no guardar rencores, es más, pareciera evitarlos. Sabines prefiere la conciliación antes que la esgrima, Salazar era rijoso por naturaleza.
En la cima de su egolatría, Pablo exigía sumisión e incondicionalidad pues consideraba tener derecho sobre los demás. Juan pareciera estar obligado a establecer relaciones de manera diferente. Es la ley del péndulo, dirían los viejos periodistas chiapanecos. Pero Sabines va a la mitad de su sexenio y aún no podemos hacer un juicio definitivo. Seguiremos con el tema.
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