Enrique Alfaro: En Santo Domingo

jueves, 11 de febrero de 2010

En Santo Domingo

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Historias del asma (viejos relatos breves)

ENRIQUE ALFARO

Sangre azul
Pobre estúpido el flemático aquel que murió creyéndose de sangre azul. Además de idiota y tuberculoso, daltoniano.

Sólo entonces...
No han dicho: “bajo ninguna circunstancia serán uno”. Y nos vigilan y prohíben las miradas ¡Qué importa! Cuando huyamos de aquí seremos, entonces, siameses de padres diferentes...

Diagnóstico tardío
Alberto literalmente murió de amor. Sólo después de percibir de su aliento ese reconocible olor, su médico de cabecera pudo diagnosticar con retrazada certeza, que el alérgeno causante del acceso asmático que llevó a la tumba a su mejor amigo, eran los jugos vaginales de su amadísima amante, ahora viuda.

Acceso
En mi propia búsqueda soy una imagen imponderable y caduca: sofocación celeste que se trasmite, intermitente adopción invisible. Soy energía e hipótesis de luz. Sólo encuentro mi cliché en el fluido. Presiento mi energía simplificada y concluyo mi concepción vibratoria. Soy pues, mi propio eter-eotipo.

La fuga
El hombre creyó que con quitarse el pasamontañas sería suficiente. Sin embargo no pudo cruzar el cerco. Desesperado se rasuró y coloreó el cabello, se maquilló y hasta engordó durante la espera de nueva oportunidad. El sitio ahogaba al mortal y lo envejecía. Luego llegó el arrebato: sobrellevando el olvido, escribió y moldeó el papel en barco. Narran que se atisbó al poeta nombrando las rutas de Fizcarraldo cuando, despidiéndose de nadie, surcaba los desconocidos mares de Votán.

Una esperanza una
Nunca envidió tanto a animal alguno. En el lecho compartía con su gato el involuntario ronronear de su pecho. Él, en la antesala de la muerte, guardaba vana esperanza de otras seis vidas.

Ahogo excrementicio
Antes de cualquier aviso el eructo ya estaba allí. Sin tiempo de incorporarse, apenas logró llevarse las manos al rostro. Bajo sus palmas empatadas brotaban restos de alimento del día anterior. Inmediatamente recordó las pesadillas que padeció los últimos días y cerró los ojos para terminar con el ensueño angustioso. Ese último sobresalto habría de ser la iniciación de su nueva y escatológica vida en el infierno.

Comentarios de mi blog...

Excelente texto amigo, a veces no falta escribir en un papel lo que el tiempo ha impreso en la vida. más constancia deja eso que cualquier otra cosa. Un abrazo y felicidades / Fernando Cantón
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Gloria al Señor por lo niños adultos pero su corazon continua siendo de niños: de mar sencillo, lengua fácil y andar atropellado... !Sursum Cordam¡ / Gilberto Gómez Maza
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Los sabios del Tibet acostumbraban a iluminar con sus catarcis y sostenían que "la vida empieza cuando se conoce el destino a donde quieres llegar....la felicidad no hace feliz al hombre pues no existe como tal; es un espejismo, pero no deja de ser una ruta"
Bendito tus hijos que tienen padre; que hoy lo conocen bien....porque hay quienes no tienen padres ni madres. Animo mi querido Alfaro...te aprecio como un magnifico amigo, pese a la falta de convivencia continua...no desmayes ante la primer sacudida...aún viene el terremoto devastador y con sus consabidas réplicas....esa catarsis es buena....más con los amigos / Miguel Ángel Culebro
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Enrique: hay mucho sentimiento y sinceridad en lo que escribes, la vida es dura y no es siempre como lo hubiésemos querido. Nuestros hijos, reciben lo bueno y lo malo de nosotros mismos. Te deseo lo mejor en este tu cumpleaños y te envió un abraso fraterno / Jorge Moscoso
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Alfaro, desde hace tiempo no leo periódicos, salvo para casos o usos especiales. Como hoy, que compré todos para checar si lo que pienso es verdad respecto de lo que yo creo NULA opinión en las columnas de los diarios locales respecto del desarrollo urbano (infraestuctura y servicios) de las ciudades más grandes chiapanecas. Entonces compré todos, y entre ellos, el Expreso Chiapas, en donde pronto ví un escrito tuyo. Lo leí. Me prometí escribirte y es lo que hago ahora mismo, hermano.
Pero lo mejor: eso fue por la mañana y ahora que abro mi buzón ¡Hurraaa! Ahí me encuentro lo que te leí, y no sólo eso, sino la segunda parte. Y bueno, viejo, lo que te digo es que eres un valiente. Un chingón de la autocrítica. Y que, de veras, de corazón, Enrique, te felicito. Llevar a la práctica, o intentar al menos, expulsar nuestros demonios y vivir en paz con nosotros mismos y con los demás, lo sé, es cosa de varoncitos, de gente bragada. Así que viejo, adelante. No dudo en decirte que hoy te leo más de corrido que antes, y eso, tú lo sabes, para mi gusto que es una cosa formidable. Te felicito Enrique. Te abrazo / Toñocruz
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Lucha como hombre inteligente para merecer ese milagro cotidiano que Dios (si crees en Él ) te regaló, el verlos despertar y crecer a tu lado, deja atrás tus miedos y alza la cara y sal adelante amigo. Sobrio para ejemplo de ellos / G. Soberano
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Qué te puedo decir, mi buen Ito, sino ponerte mi hombro solidario y esperar el tuyo. Con serias diferencias, a mí también me asaltan esas ganas ubérrimas de no levantarme más. Pero ya lo dijo el buen Vinicius De Moraes: navegar es preciso, vivir no es preciso... Esto es, que no queda de otra que remar cuesta arriba.
Luz a tu camino y un par de buenas alas a tu corazón. Todo el montón a esos bellos críos que Dios te ha dado. Tu hermano Jorge Mandujano
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Muy bien, mi querido Enrique Alfaro. Excelente diría yo. Saludos / Domingo Pérez Sarmiento
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Saludes.
Vientos huracanados, mi lic.
He leído los cuatro capítulos de su ameno, sobrio (ni parece criatura suya) y divertido texto.
No le afloje. Tiene usted para darlas y prestarlas las... facultades.
de hecho, hoy releí el númber güan en Noticias. Salud.
Arcadio Acevedo
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Excelente, ese tipo de periodismo nos falta en Chiapas, échale ganas ....y ya te visitare en la crujía en que te encuentres / Roger Laid
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Querido y estimado Enrique, no sé que decir después de leer los capítulos de la novela. Puedo imaginarme, sin saber nada cierto, que pasas por un momento especial, difícil y aleccionador. De inició te pido que este día martes 15 de julio olvides el pasado y vivas el presente. En los próximos días te busco para platicar. Felicidades come tierra, como yo, ¡claro! Juan Balboa
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Vaya, hasta que te animaste. por fin reaccionaste mano. pensé que te habías "muerto" como el "siempreviva". saludos / Andrade, Paco...
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Pensé que nunca habías sido niño... Están padres los cartones... pero de victoria!!!! Un abrazo y felicidades / Vicentitomata
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Y pensar que yo creía que sólo con pinceles podía expresarse. Hasta una sandía se me antojó, pero no cualquiera, sino de las robadas / Carlos Hiram Culebro Sosa
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Congratulaciones, Enrique. Un espléndido esfuerzo de comunicación íntima y social que alimenta la mente y el espíritu, particularmente tu lenguaje dibujado hecho crítica sin-bólica de lo dia-bólico. Agradable lectura. Una aportación enriquecedora al lenguaje de la comunicación / Francisco Gómez Maza
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Estimado Enrique, gracias por la dirección. Está chido tu blog, y coincido con tu hermana, je. Un abrazo / Daniel Pulido
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Si Enrique, ya vimos tu página, bien muy bien. Dónde puedo comprar tu libro, me interesa. Saludos / Margarita Moreno Soto
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Bien! Felicidades / José Luis Roque
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Pues muchas felicidades primo y que sigan los éxitos. Desde la Tres Veces Coronada ciudad de Lima / Dr. Alejandro Alfaro
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Erga... aunque me hayas eliminado de tu msn felicidades por tu blog y te comparto este mono que me dio el sup en agosto del 2005 cuando preparaba su otra campaña. Saludos / Isaín Mandujano, reportero
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Gracias, querido Enrique. ¡Está bien padre la muestra de tus trabajos! Un abrazo / Alejandro Molinari
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Felicidades mi Quique y continúa con este interesante ejercicio. Ah, y me queda claro ¡eres el mejor caricaturista! Un fuerte abrazo / Alfonso Carbonell
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Eeepa Enrique! Sí. Yo sí ya le eché un ojo a tu página, y me parece bien, muy bien, sobre todo por tu último cartón, la de la... "andanada de cebollazos", aunque de tu parte no hubo respuesta a un msj personal que incluso te remití en dos ocasiones... Toñocruz
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El Caca de perico

Enrique Alfaro
Para mi madre, Edith Santos de Alfaro

Nunca le he dicho a mi madre cuanto la amo, después de que me atreví a romper el cordón umbilical de manera por demás radical.
Cuando por primera vez coloqué un paso fuera de mi casa con el firme propósito de no regresar a dormir, mi madre no sospechaba que su chunco ya no era tan pequeño.
Durante muchos años fui criado como corresponde al menor de la casa: mimado al extremo, al grado de hacerme casi enteramente inútil.
Mis cuatro hermanos mayores, celosos de cada una de las caricias que mi madre me prodigaba, me cobraban caro cada una de ellas. En ausencia de mi progenitora, me trataban con dureza, sin piedad, en el buen propósito de quitarme la sobreprotección materna que tanto les preocupaba.
Crecí bajo la falda de mi madre, lo reconozco con vergüenza y orgullo, y a la fecha sigo siendo presentado a sus conocidos como “mi hijito, el menor”, en un tono que anuncia la aparición de un infante que ya esta bastante “crecidito”, con numerosos hijos y el cabello pintando canas.
Sigo siendo irremediablemente el chunco, el pequeño, el “hijito de mi mamita”. Pero un día tuve que darle la “puñalada” de romper el cordón umbilical.
Debo reconocer que no fue la mejor manera de hacerlo. Mis hermanos mayores, todos ellos independientes de mi madre, nunca han sido capaces de vivir por mucho tiempo lejos de la casa materna. En cambio, el menor (ese mero soy yo), un día decidió hacerle saber a su madre que ya había crecido lo suficiente para poder vivir sin su tutela y sin pensarlo más, puso tierra de por medio y le mandó una postal para hacérselo saber.
Esto no suena mal si no fuera porque entre la huida de mi hogar y la tarjeta para avisarle a mi madre que me encontraba bien, conciente de mi decisión, solamente transcurrió un mes en el que nadie de mi familia supo de mi paradero.
No lo creí conveniente, ni valoré su preocupación, hasta que mis hermanos, en respuesta a mi postal, me escribieron para reprocharme agriamente mi ausencia, el modo en que la decidí, y mi poco interés en la salud de mi madre.
“La vas a matar”, “eso no se hace”, “te pasaste, hermano”, me escribían para advertirme que yo era responsable de lo que le pudiera suceder a mi progenitora.
Pero... ¿de qué otro modo podía romper ese profundo lazo de amor y de afecto extremo que me ahogaba, que me inutilizaba, que me negaba? Lo terrible era que ese ahogo era provocado por el afecto que sólo una madre puede sentir por su hijo menor, el chunco, el benjamín, el último que queda para ser depositario del amor que aún es capaz de dar antes de conocer a sus nietos.
No me arrepiento de la manera en que abandoné el hogar materno. De ser el más mimado y cariñoso con mi madre, me volví, aparentemente, el más indiferente y desinteresado. Simple, dicen mis paisanos. Caca de perico corrigen en mi familia.
Si, yo soy ese al que llaman caca de perico. Pero no le demuestro demasiado afecto a los que amo por miedo a ser nuevamente sobreprotegido, sobrequerido, sobreestimado. No quiero defraudarlos.
Me gusta aparentar simpleza, desinterés, hasta desamor. Pero sólo es un máscara. Amo a mi madre tanto como le reprocho su amor excesivo (no quiero que me apapache delante de todos, que me abrace y me arrulle como si aún fuera su hijo de brazos), no quiero más ser su chunco.Soy felizmente un caca de perico. Me declaro el máximo exponente de la simpleza. Pero que nadie le diga a mi madre que sólo es una máscara, que debajo de ella sigo siendo, irremediablemente su chunco, el más inútil de sus hijos, el menor de toda la vida. Soy el que muriéndose por ella, se niega a vivir cerca de su casa. Soy el que todos los días se levanta a romper el cordón umbilical, a mis 41 años.

¡Egoteca! ¡Egoteca!

Dos anécdotas de Enrique Alfaro
(Extracto del libro Periodismo Contemporáneo de Sarelly Martínez, publicado por la Fundación Manuel Buendía)

“Un ejemplo de esos exabruptos lo vivió el cartonista Enrique Alfaro Santos, quien era diseñador de Ámbar. En una ocasión en que faltaba material para completar la edición del semanario, insertó una de las caricaturas que había hecho para un libro inconcluso de humor negro.
“Debido a que el semanario se imprimía en Oaxaca, Alfaro tenía que cerrar la edición los viernes, para que el lunes lo estuviera distribuyendo, después de un viaje fatigoso de ocho horas de ida y ocho horas de regreso de la antigua Antequera.
“Cuando estaba de vuelta con los ejemplares, se enteró de que el gobernador había realizado cambios en su gabinete, y él, sin saberlo, había incluido en la primera plana de Ámbar un cartón donde un político con un anzuelo pescaba en una taza de baño. El titular era todavía más explícito: “ Gabinete en formación”.
“Patrocinio González Garrido llamó a los directivos de la publicación para reclamarles el ultraje y externarles su deseo de hablar con el autor de la caricatura:
“No fui- señala Enrique Alfaro-, porque no me habría creído que el cartón no tenía nada que ver con lo que había anunciado el lunes por la mañana, y que implicó la remoción de algunos de sus funcionarios. (Entrevista, 24 de julio de 2006).
“Pasado algún tiempo, Alfaro publico un nuevo cartón en donde se veía al gobernador en la cima de una montaña, gritando “eco, eco, eco”, y el eco le respondía: “Ego, ego, ego”.
“También en esa ocasión, el gobernador reclamó a los directivos el trato noticioso recibido en Ámbar, y pidió nuevamente que el autor de la caricatura se presentara a sus oficinas. La respuesta, por parte de Alfaro, fue la misma: no recibir el regaño.
“Cuando se enteró de la negativa, el comentario de Patrocinio González Garrido fue:2 Si se niega a venir, es que seguramente ese muchachito es más egocéntrico que yo”
“Los cartones nada complacientes de Alfaro y de Arcadio Acevedo; los reportajes de Fredy López Arévalo, Leticia Hernández Montoya, Elio Enríquez y Juan Balboa; los comentarios de Enrique García y Sergio Stahl; las reflexiones provocadoras de Walda Barrios, Andrés Fábregas Puig y Becky Álvarez del Toro, y las fotografías sin retoque de Elianne Cassorla y José Angel Rodríguez fueron creando en el gobernador una malquerencia con el colectivo Ámbar, que se incrementó con la publicación de un reportaje gráfico del desalojo de los indígenas de Chalam del Carmen.
“Patrocinio González Garrido no ignoraba , sin embargo, que en ese grupo de periodistas jóvenes, inquietos y profesionales, se podía apoyar para asentar una nueva visión de comunicación social en Chiapas. Se acercó a Juan Balboa para decirle que hicieran periodismo bajo la condición de no criticar nunca la figura del gobernador, aunque sí a sus colaboradores.
“La parte donde pedía respeto a la figura del gobernador era la manzana de la discordia. Los más irreverentes, Juan Balboa, Fredy López y Viétnika Batres Sentían en esa propuesta la represión hacia la prensa, mientras Andrés Fábregas, Enrique García, Leticia Hernández y Elianne Cassorla entendían la propuesta como toda una ventana de oportunidad al futuro. Fue imposible llegar a un acuerdo y Juan Balboa fue, finalmente, a hablar con el gobernador para decirle que era imposible aceptar aquello de “ respetar la figura del gobernador” porque atentaba contra la libertad de expresión (García Cuellar, 2004: 86).
“Aunque el gobernador se encolerizó con la decisión de los socios de Ámbar, no los reprimió, si no que con paciencia de orfebre fue quitándoles socios para incrustarlos en la estructura gubernamental, y no permitió que ninguna publicidad oficial apareciera en el semanario hasta que ya, sin recursos, la publicación tuvo que cerrar en 1990.“Los colaboradores principales tuvieron que emprender la diáspora: Juan Balboa se trasladó a Cuba; Fredy López Arévalo, a Costa Rica; Sergio Stahl, a Los Ángeles, y Enrique Alfaro, a Yucatán”.

De novela IV

El Siempreviva
Enrique Alfaro

Don Juanito era el velador de las instalaciones de la editorial Ámbar. El periodista arriaguense, Juan Balboa, era director de la revista y el escritor yajalonteco, Oscar Palacios, del semanario.
Con frecuencia trabajada hasta la madrugada en la producción del hebdomadario por lo que me retiraba en taxi a mi domicilio pocas horas antes del amanecer.
Una ocasión estando a la espera del auto de alquiler me puse a platicar con don Juanito. Me contó la historia de un conocido suyo al que apodaban “El Siempreviva”. El sobrenombre se lo había ganado porque luego de algunos años de dedicarse a consumir bebidas alcohólicas (era teporocho, pues), vivió un episodio poco común.
Los amigos bolos de este personaje le casaron una apuesta: debía consumirse una botella de licor barato de un solo trago. Dicen que preguntó a cuantos pesos ascendía lo reunido, miró fijamente el envase del alcohol de caña, apreció la transparencia del contenido, valoró el cuerpo de la bebida, levantó una ceja con gesto de Pedro Armendáriz y la hizo enteramente suya.
Para sorpresa de los comensales (¿o bebensales?), bastó una sola tragantada para que el contenido virtuoso escaseara, quedando la botella desamparada, íngrima, vacía como la cabeza de Fox.
Miradas de admiración le rodearon, los presentes callados hacían patente el respeto a esa garganta prodigiosa, única. Sólo una voz se atrevió a interrumpir:
–¿Querés otro trago, compa...?
Jamás estuvo tan lúcido como en esa ocasión cuando, alisándose los espesos bigotes caídos, contestó con seguridad:
–Ya no más. Es la hora de partir...
Y tomando el dinero de la apuesta, se encaminó por las veredas del río Sabinal. Dicen que pensando en las delicadas trenzas de su María Candelaria, que seguramente a esas horas estaría vendiendo flores en su barca bajo el candente sol.
Pronto la mirada se le nubló. Sin chinampa donde caerse, se vio desfallecer sobre el profundo canal de Xochimilco. Lo cierto es que no cupo en la pequeña zanja de un metro donde corren las pestilentes aguas que alimentamos todos los tuxtlecos y se dio un ranazo en el encementado.
Los amigos, a lo lejos, vieron derrumbarse esa institución del trago, ese templo de Baco y corrieron a su auxilio. No se le acabó el combustible, se le esfumó la vida, dijeron los de la Cruz Roja. Nada que hacer. Una baja más del Batallón de la muerte.
Pronto avisaron a la viuda que vivía en Terán. El féretro era sencillo pero digno. La velación transcurría con normalidad. La mujer desamparada lloraba sin contención. “Sólo a la lluvia le permitimos llorar tanto”, diría mi amigo poeta Wlbester Alemán.
Y de pronto sucedió lo acontecido (¡Ni se atrevan a criticarme¡ Si los chiapanecos decimos “mucho muy” ni modos que yo no pueda decir lo anterior. O es mucho o es muy dice el antropólogo Andrés Fábregas, pero seguimos diciendo “mucho muy” y no pasa nada en Chiapas).
Decía yo que sobrevino lo inesperado: Justo cuando los rezos concluían, el ataúd se abrió y de él asomó el más pálido y tenebroso rostro que pueda poseer un humano. Algunos alcanzaron a ver a la viuda salir corriendo, otros ni eso vieron en su desesperación por alejarse del lugar. Todos se hicieron ojo de hormiga.
Sin más ayuda que sus menguadas fuerzas, el resucitado se bajó del cajón como pudo y alcanzó a caminar unas cuadras antes de encontrar un aguaje donde curar su espantosa cruda. Se bebió dos frías y regresó a la inconciencia.
Otros dos días dilató en despertarse sin recordar nada. Luego de que le contaron que ya estaba muerto y que de entre los difuntos había regresado exigiendo su caldo de chuti, el hombre se encontró a si mismo y decidió, con la más grande serenidad que pueda poseer un individuo, dejar de tomar de una vez y para siempre...
Desde entonces, me decía don Juanito, cada que lo vemos le gritamos ¡Siempreviva! Y el nos responde el saludo con una sonrisa nostálgica.
La historia me gustó y se la fui contando, con lujo de detalle, al taxista que me conducía finalmente a mi casa. Él, callado, dejó que concluyera y cuando me disponía a descender de su auto, me dijo:
–Todo es cierto. Así me dicen desde entonces...
De golpe caí en cuenta que el conductor era precisamente el personaje de la historia que me acababan de contar. El Siempreviva me había conducido a mi domicilio y yo, segundos antes, dudaba de la veracidad del relato. ¡Bendito velador! Nunca me advirtió que el resucitado trabajaba de taxista.
A propósito, mientras trabajé en Ámbar, por estas fechas celebrábamos a profundidad. Se juntaba el cumpleaños de Balboa, del licenciado Narcía y del susodicho autor de estas líneas. Luego de sobrevivir a tres días de enjundiosa fiesta, terminaba yo con el mismísimo rostro del Siempreviva recién salido de su féretro ¡Qué tiempos!

Posdata: El directivo escolar del que hice referencia en la anterior colaboración apellidaba Salazar Mendiguchía ¿será por eso que me fue mal todo el sexenio pasado?

Enrique Alfaro

jueves, 11 de febrero de 2010

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